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martes, 3 de diciembre de 2013

La tele del futuro viaja en satélite

Centenares de satélites de telecomunicaciones que orbitan a 36.000 kilómetros de altura sobre la superficie terrestre rebotan miles de señales que se captan en los tejados de todo el planeta. Un tráfico milimétricamente ordenado que hace que en cada hogar, cualquiera que sea el continente, se reciba la señal correcta. Estos ingenios espaciales permiten distribuir un alud de canales y hacerlo, además, sin las apreturas del espacio radioléctrico por el que circula la TDT (televisión digital terrestre).
Tienen también otra ventaja, señalan los expertos: pueden ofrecer la mejor calidad técnica posible: la alta definición (HD) y la ultra alta definición (llamada 4K), un sistema que se utilizará para las retransmisiones del Mundial de fútbol del próximo año y los Juegos Olímpicos de 2016. Las pruebas de 4K, que multiplica por cuatro la calidad de la HD actual, ya han comenzado. Incluso en España. Canal + ha hecho los primeros experimentos de la mano de la Sociedad Europea de Satélites (SES), que gestiona la flota de Astra. Algunos de estos artefactos se construyen en la fábrica de Astrium de Toulouse (Francia), un gigante de la industria espacial. Sobre sus espaldas recae todo el proceso: diseño, desarrollo y construcción del satélite. El coste oscila entre 250 y 300 millones de euros.
Astrium ultima actualmente en sus instalaciones el Astra 2G, que estará en órbita en el primer trimestre de 2014. Se sumará a la red de 54 satélites de SES, la compañía con sede en Luxemburgo que distribuye 5.967 canales de televisión en todo el mundo (de ellos, 1.715 son en alta definición) y ofrece cobertura global (alcanza el 99% de la población). En España en el principal operador. De los 2,7 millones de hogares que reciben TV por satélite, 2,2 (el 83%) sintonizan sus señales, expone Luis Sahún, director general de SES en España.
Satélites como el Astra 2G dotarán a Canal + de la capacidad suficiente para los desarrollos tecnológicos que se avecinan. “El objetivo es ser una plataforma 100% en alta definición”, anuncia Adolfo Remacha, director técnico de la compañía televisiva. De los 50 transpondedores (canales múltiples) que, de media, alberga un satélite de telecomunicaciones, Canal + ocupa alrededor de 17. “A tenor de los estándares internacionales, para un canal en HD se necesitan 20 megabites, que es el ancho de banda que tiene un múltiple de TDT [con capacidad para cuatro emisoras]. Por eso es imposible que se desarrolle la alta definición en la TDT. Solo el satélite y el cable pueden suministrar esta tecnología”, precisa Sahún.
Si los canales convencionales (Cuatro o La Sexta) no tienen el foco puesto en la alta definición, mucho menos piensan en la 4K. Solo los operadores de pago apuestan un sistema, que, según Remacha, “tendrá un largo recorrido en 2015”. Este formato ofrece una mayor calidad de la imagen gracias al aumento del número de pixeles. Los colores son más brillantes y no se difuminan, el campo de visión es mayor y los movimientos más suaves debido al mayor número de imágenes por segundo. Así es como se verán, apunta Sahún, los partidos de fútbol del Mundial de Brasil. La industria ha comenzado a pensar en 4K. En el mercado hay disponibles unas 300 películas.
Sobre el 4K pivotará la televisión del futuro. Su desarrollo será imparable y todo parece apuntar que engullirá al 3-D, un formato que, según los expertos, está dando últimas bocanadas. Ni la industria ni el público ha mostrado un excesivo interés por este sistema. La necesidad de utilizar gafas para ver las imágenes tridimensionales es el gran obstáculo.
A Astrium llegan subsistemas procedentes de varios países (en España, por ejemplo, se elaboran las antenas, cuyo coste es de 10 millones de euros) para su montaje en salas blancas de la factoría de Toulouse. “Se integran los dos módulos, el de servicio y el de comunicaciones. Es una tarea muy compleja porque ambas partes deben coincidir al milímetro”, explica la ingeniera Verónica Aznar, directora de Marketing de Astrium. “A 36.000 kilómetros de altura no se puede reparar nada”, añade Sahún. Como mucho, desde tierra se puede actuar en el software que lleva instalado el satélite.
Antes de ser trasladado en aviones con grandes bodegas (Antonov o Beluga) las piezas son sometidas a test de estrés. “Se simula el ruido que va soportar durante el lanzamiento y lo que va a sufrir el satélite cuando está cara al sol y en eclipse”, detalla Aznar. En salas con gruesos muros, las sirenas suenan a 156 decibelios, el estruendo que se produce en el despegue. Un rugoso y sofisticado papel de color dorado protege al satélite de temperaturas extremas (de 120 grados a 170 bajo cero). Se alimenta de la energía solar, aunque cuando se producen los eclipses solares (20 días al año) ha de recurrir a las baterías. El combustible (3.300 kilos) se usa para corregir posiciones orbitales. El Astra 2G, de seis toneladas de masa en el lanzamiento, está diseñado para funcionar 15 años. Después será transferido a una órbita denominada cementerio a la que se desplazan estos artefactos al final de su vida para evitar la proliferación de la basura espacial.

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