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domingo, 1 de diciembre de 2013

Fábrica de cuchillas entre cítricos

La concertina que corona la valla fronteriza de Melilla se fabrica en una nave de 3.600 metros cuadrados ubicada en un municipio malagueño de 23.664 habitantes: Cártama, en el valle del Guadalhorce, conocido por sus cultivos de cítricos. La empresa European Security Fencing (ESF) tiene patentado desde 2003 el término que define este alambre con cuchillas en forma de acordeón que se utiliza para evitar el paso en territorios y propiedades privadas, además de las herramientas que aceleran su confección. “Ven, cógelo”, invita Antonio Mora, gerente de la compañía, rodeando fuerte con la mano uno de los rollos para intentar demostrar que pueden pinchar, pero “no cortan”.
La empresa está integrada en el Grupo Mora Salazar, propiedad de Antonio y de sus tres hermanos, y es la única de toda Europa que elabora este producto. La factoría trabaja en ámbitos diversos y sus clientes se cuentan por miles. La OTAN, el Ministerio de Defensa francés y Gobiernos de otros países, urbanizaciones o empresas como Repsol y Endesa demandan las concertinas para uso militar o para cerrar perímetros de seguridad. En la factoría malagueña trabajan 12 operarios de media y en momentos punta se pueden alcanzar los 70 trabajadores.
Un trabajador de la empresa ESF manipula una concertina (de un tipo distinto a las de Melilla). / GARCÍA-SANTOS
Existen 11 modelos de concertinas. El que se ha colocado en la valla de Melilla es un rollo de 70 centímetros de diámetro con una cuchilla de 22 milímetros de largo y 0,5 de grosor. “La tapa de una lata de atún o de anchoas tiene un espesor de 0,2 milímetros, corta más”, argumenta Mora, defensor de este método de seguridad “disuasorio”. La concertina de la polémica tiene 55 espirales (o vueltas) y se extiende, una vez desplegada como un acordeón, a lo largo de ocho metros. En el paso fronterizo se han cubierto dos kilómetros y medio. Se ha colocado encima de una malla de seis metros de altura que es más tupida de lo habitual en las lindes entre países. El objetivo es evitar que una persona pueda trepar por ella.
En las instalaciones del grupo Mora Salazar hay ahora mismo siete remolques listos para partir rumbo a Kuwait, cargados de concertinas destinadas a delimitar un terreno que el ejército de ese país ocupará para hacer maniobras. Mora abre diligente las puertas de los carros y muestra el material que fabrica en exclusiva en Europa. Hay otras empresas en China, EE UU y Sudáfrica.
Antonio Mora tenía poco más de 20 años cuando puso el germen del grupo empresarial. En 1975 empezó a hacer cerramientos rurales y después se especializó en vallados de alta seguridad para las fincas de cítricos del Guadalhorce, que necesitaban protección ante posibles robos. Los encargos de otros puntos del país no tardaron en llegar. ESF ha surtido de concertinas a más de una veintena de cárceles españolas. La primera, la de Dueñas (Palencia), en los años 90. Fue el primer contacto con las cuchillas. A finales de esa década salieron los primeros pedidos para las vallas de Ceuta y Melilla. La empresa ha exportado su producto a los cinco continentes, y entre sus clientes hay centrales nucleares, urbanizaciones privadas, empresas pirotécnicas, centrales eléctricas, centros de internamiento de menores… Los buques que navegan por el Índico también han recurrido a concertinas para disuadir a los piratas. ESF trabaja ahora en un método similar pero menos agresivo. Ya lo tiene patentado, pero Mora guarda silencio sobre los detalles.

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