A punto de cumplirse un año del órdago soberanista lanzado por Artur Mas tras la masiva manifestación independentista de la Diada de 2012,
el nacionalismo catalán mantiene su pulso al Estado y el presidente de
la Generalitat sigue con su hoja de ruta; matizada en los últimos días,
pero inalterable en lo sustancial.
Artur Mas inició este jueves un viraje político
con una entrevista radiofónica en la que, por primera vez admitía que
si la consulta no fuese posible en 2014 convocaría elecciones
plebiscitarias en 2016, pero el viernes pretendió calmar a Oriol Junqueras, su socio parlamentario de Esquerra Republicana y volvió a reiterar que el próximo año habría consulta “sí o sí”.
Y este sábado, el líder nacionalista ha reiterado ante el consejo
nacional de Convergència (CDC) su compromiso de que en 2014 pueda
celebrarse una consulta “en el marco legal” y que esté “acordada por el
Estado o como mínimo tolerada”. En un gesto insólito en la historia de
su partido, Mas utilizó el castellano en esa reunión interna y, mirando a
las cámaras, volvió a explicar en castellano sus conocidos argumentos
para que no fuesen alterados.
Así, el líder de CiU ha insistido en su intención de que antes de
final de año se pueda acordar la fecha de la consulta con el máximo
consenso posible, pero añadió la posibilidad de que la consulta contenga
una o más preguntas. Y solamente en el supuesto de que no sea posible
que los catalanes acudan a las urnas, “si se nos niega la voz y el
voto”, en palabras de Mas, se abriría entonces el escenario a unas
elecciones plebiscitarias en 2016, que serían el “último recurso”, en
expresión del líder nacionalista.
El escenario de una consulta “tolerada” es una nueva precisión en el
discurso del presidente de la Generalitat, pues abre la posibilidad a
que si el Gobierno no se aviene a pactar con la Generalitat, al menos
permita que esta convoque una consulta al amparo de la ley de consultas
que prepara el Parlamento autonómico y que estará lista antes de que
finalice el año.
Matices al margen, el pulso de Mas continúa, aunque haya iniciado una negociación con Mariano Rajoy sobre el futuro político de Cataluña.
La vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano, reclamó ayer al
presidente del Gobierno que aclare “qué tipo de consulta ha pactado” con
el presidente de la Generalitat. “Entre que esquiva periodistas y
bloquea a la oposición en el Parlamento, ¿podría Rajoy aclararnos esta
noticia?”, escribió Valenciano en su cuenta de Facebook tras conocer el
compromiso de Mas de celebrar la consulta “acordada o tolerada”. “Los
ciudadanos de Cataluña y del resto de España queremos saber”, concluye
la dirigente socialista.
Los matices introducidos por Mas no son compartidos por ERC. Los
republicanos defienden que la consulta se celebre con una sola pregunta
clara y que la respuesta sea un sí o un no. El líder
independentista Oriol Junqueras ha calificado de “error estratégico” que
Mas se plantee el escenario de elecciones plebiscitarias y dijo que
especular sobre cuestiones futuras tiene “un punto peligroso”.
Mientras se produce el debate político, Cataluña se prepara para una
nueva exhibición de la fuerza del independentismo con motivo de la
Diada. La Asamblea Nacional Catalana (ANC), la organización soberanista
que convocó la masiva manifestación de la Diada de 2012, lleva meses
preparando una cadena humana que intentará cruzar Cataluña de norte a
sur, desde Alcanar (Tarragona) a Le Perthus, en Francia, y que tendrá
unos 400 kilómetros de longitud. A pocos días de la Diada, la idea
registra un lleno absoluto en prácticamente todos los tramos (solo le
quedan unos flecos en el Ebro), con un despliegue de 30.000 voluntarios.
Si la cadena independentista tiene éxito, supondrá más presión para
Mas. De ahí que el presidente de la Generalitat haya querido evitar que
ese fervor se lo lleve por delante, como ya ocurrió con la Diada de
2012, y haya insistido en que mantiene su hoja de ruta.
Mas decidió abanderar el grito independentista de la calle de hace un
año y convocó unas elecciones con la promesa de una consulta si obtenía
una “mayoría excepcional”. Fiaba su apuesta a que el 74,1% de los
catalanes reclamaba un referéndum, según el sondeo del oficial Centro de
Estudios de Opinión antes de los comicios, y en la convicción de que
eso pondría en segundo plano los recortes y la corrupción en CiU.
La jugada le salió muy mal. La federación perdió 12 diputados,
pero decidió seguir adelante y mantener el órdago. Esquerra Republicana
garantizó su investidura y la gobernabilidad a cambio de fijar la fecha
de la consulta en 2014. Año simbólico para el independentismo catalán,
ya que se celebran 300 años de la caída de Barcelona en la guerra de
Sucesión.
Mas ha dado todos los pasos que había pactado con ERC, pero se acerca
a un trimestre decisivo. Empezó 2013 proclamado la soberanía del
Parlamento autonómico para convocar una consulta al margen del Estado;
creó un consejo asesor encargado de estudiar la Cataluña independiente; y
ha solicitado al Gobierno la convocatoria de un referéndum sobre la
independencia.
Tras insistir todo el año en que la consulta se haría “con o sin la
ley”, Mas ha protagonizado en los últimos días un discurso en ocasiones
ambiguo, pero que define los equilibrios internos de CiU. La federación
está dividida: Convergència apuesta por la independencia, y Unió cree en
el encaje en España como una confederación de Estados.
Ambos partidos asumen la diferencia y la superan crisis tras crisis.
La última, por la cadena humana: CDC la apoya y moviliza todos sus
efectivos, mientras que Unió se desmarca. Mas tomará la misma actitud
que en la anterior Diada: no estará en la calle, pero llamará a acudir a
la movilización. El presidente quiere utilizar la protesta para
argumentar ante Rajoy que no tiene más remedio que convocar una
consulta, porque el deseo es mayoritario en Cataluña.
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