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viernes, 7 de junio de 2013

Lo que los presidentes dicen a los estudiantes de EE.UU.


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


En una temporada de graduaciones universitarias, detengámonos un momento para recordar las emocionantes palabras del amado erudito estadounidense George W. Bush, cuando habló en Florida en 2007 en la ceremonia de graduación de Miami Dade College: “En La Habana y otras ciudades cubanas hay personas como vosotros que asisten a la escuela, y sueñan con una vida mejor. Por desgracia esos sueños son sofocados por una cruel dictadura que niega toda libertad en nombre de una ideología sombría y desacreditada”.
¡Cómo desearía haber estado en la audiencia! Me habría levantado y habría gritado: “En Cuba la educación es completamente gratuita! ¡Pero la mayoría de los jóvenes que están sentados aquí estarán encadenados a una inmensa deuda incapacitante durante gran parte del resto de sus vidas!”
Cuando los guardias de seguridad llegaran a buscarme habría gritado: “¡Y en Cuba nadie se ve obligado a alistarse en las fuerzas armadas para cualificarse con el fin de obtener ayuda financiera para estudiar, como le pasó a Bradley Manning!
Mientras me agarrasen lograría agregar: “¡Y el Congreso incluso ha aprobado una ley prohibiendo que los estudiantes se declaren en bancarrota para librarse de su deuda!”
Y mientras me llevasen a rastras, con un brazo alrededor de mi cuello, terminaría por protestar: “¿Sabéis que 36.000 millones de dólares de la deuda estudiantil pertenecen a estadounidenses que tienen 60 años o más… (ahogo, jadeo)… y algunos estudiantes se han suicidado debido a su deuda?”
No sé si el profesor Bush habría encontrado palabras en su vocabulario para responderme, pero las últimas palabras que yo oiría de los estudiantes, mientras me colocaban las esposas, serían: “Si no te gusta estar aquí, ¿por qué no te vas a Cuba?”
Es una lástima que tengan que pagar matrículas exorbitantes, pero en todo caso terminan con sus cerebros lavados.
Vayamos ahora al presidente actual. Aquí lo tenemos en la ceremonia de graduación del 19 de mayo en Morehouse College en Atlanta, el alma mater de Martin Luther King:
Sé que cuando algún día esté a punto de morir, no pensaré en alguna legislación en particular que he promulgado; no pensaré en una política que propugné; no pensaré en el discurso que hice; no pensaré en el Premio Nobel que recibí. Pensaré en una tarde de ocio con mi esposa. Pensaré en estar sentado a la mesa del comedor y verlos alegres y saludables, saber que son felices y están sanos y saber que fueron amados. Y pensaré si hice lo mejor para todos ellos.
Y yo, como Zelig de Woody Allen, también habría aparecido en esa graduación y habría gritado: “¿Y qué nos dice de la familia sentada feliz y sana alrededor de la mesa del comedor en Pakistán o Afganistán y un misil –su misil– que llega aullando a través del tejado, reduciendo la preciosa familia a huesos y sangre y polvo? ¿Qué nos dice de las familias felices y sanas en Yemen, Irak, Somalia, Pakistán y Libia a las que ha atacado con drones y misiles hasta matarlas? ¿Por qué no ha devuelto el Premio Nobel? ¡En caso que lo hubiera olvidado, era un premio de la PAZ!
¡Oh, cómo duele ese taser! Por favor contribuid al fondo para pagar mi fianza.
William Blum es autor de Killing Hope: U.S. Military and CIA Interventions Since World War II, Rogue State: a guide to the World’s Only Super Power . Su último libro es: America’s Deadliest Export: Democracy. Contacto: BBlum6@aol.com

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