Hay declaraciones de la renta que te salen a pagar, declaraciones que te salen a devolver y luego está de la Rajoy,
que le sale de los huevos. Unos testículos majestuosos, estoicos y
primordiales. Un escroto que brilla en la oscuridad más allá de la
puerta de Tännhauser. El Presidente hizo pública la
declaración para demostrar su inocencia a la hora de cobrar en negro,
que es como si alguien considerara demostrada la existencia de un ser
con superpoderes solo porque aparece en un libro de fantasía. ¡Esperad,
eso ya sucede! ¡Se llama Cristianismo! Pues va a ser eso. Si crees en Dios gracias
a la Biblia, también puedes creer en la transparencia de Rajoy gracias
su declaración de la Renta. Por lo tanto, si no creéis en Rajoy arderéis
en el Infierno. Vais a hacerle la pedicura a Satán con los dientes,
puercos pecadores.

Dicen que si un contable mira la declaración de
Rajoy cae sumido para siempre en el pozo de la locura. Está habiendo
suicidios de contables en masa, lo que, de hecho, es la cosa más
excitante que ha pasado en el mundo de la contabilidad desde la
invención de la calculadora.
Esperad, esperad que ahora viene lo bueno. Entre 2006 y 2011, el Presidente, el mismo líder que, cargado de sensatez, pedía «trabajar unas poquitas horas más o bajarse el sueldo»,
se subió el sueldaco un 36%. Eso es lo que se conoce como “predicar con
el ejemplo #exceptoalgunacosa”. Teniendo en cuenta que, por algún
oscura lógica que no alcanzo a comprender, en este país se cobra más en
la oposición que en el Gobierno, tendría sentido que en los dos últimos
años, en Génova los sobres volaran como Angry Birds.
En el fondo,
Rajoy está tranquilo. Sabe que la declaración le saldrá a devolver.
Viendo como nos trata, cualquiera diría que está convencido de tener a
46 millones de tontitos a su cargo. Y eso, como sabéis, desgrava.
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