.

.

viernes, 20 de abril de 2012

Demagógico articulo sobre el pueblo Argentino no tiene desperdicio

Si usted vive en Barcelona, alguno de esos verborréicos argentinos habrá intentado convencerle de que el Fernet con cola sabe a algo digerible o habrá logrado levantarle la novia.

Esa falsa camaradería con la que los toleramos, sin embargo, ha tocado a su fin. Al menos es lo que uno deduce de los últimos alaridos patrios que dejan a las claras que, pese a lo que parecía, lejos de instalarse aquí buscando escapar del latrocinio de sus políticos, la corrupción y el desmoronamiento de su país, lo que tramaban era una invasión silenciosa. Una sesuda red de espionaje que se ha servido de los-asados-como-Dios-manda como caballos de Troya y los debates futbolísticos como puras distracciones. Comida y fútbol, qué pérfidos.

A la espera de saber cuántas acciones pertocan a cada ciudadano que defienda a Repsol tras la expropiación de Cristina -aún no canta como Madonna, pero sí se emociona como Evita-, uno no puede evitar analizar cómo han llegado a engañarnos de semejante manera.

En algún momento, los muy hijos de Borges, decidieron inventarse algo nuevo, el corralito, para justificar su emigración hacia, por ejemplo, Barcelona. Una táctica que sirvió para que la población de origen argentino se disparara en apenas dos años, de 2002 a 2004, y pasara de los 4.543 a los 10.803 fieles de un D10s pagano y zurdo.

También debieron inventarse la concatenación de presidentes -tres en tres años- o el argumento de que salieron de allí huyendo de las caceroladas y de las protestas diarias desde balcones y plazas por el dinero que se negaban a devolverles y, en definitiva, por la falta de oportunidades para varias generaciones.

Por suerte, aunque quizás un poco tarde, estamos respondiendo con las mismas armas. Les estamos devolviendo las protestas diarias por la falta de dinero. Les estamos devolviendo los recortes salvajes, la falta de trabajo y, en definitiva, una sádica falta de oportunidades, que incluye el robo del presente y futuro para una o varias generaciones.

La táctica parece estar funcionando. Desde 2006 hasta 2011, los adoradores de Gardel establecidos en Barcelona se redujeron en más de 4.200. Si a esa emigración forzada sumamos la de autóctonos que han decidido infiltrarse en Argentina, sólo nos queda esperar que nuestros inmigrantes, simulando espanto por el latrocinio y la corrupción, acepten trabajos mal pagados, les levanten algunas novias y les convenzan de que la sangría, en realidad, es algo digerible.

No hay comentarios: