La cronista viajaba en un taxímetro en la madrugada del miércoles cuando decidió comenzar a enviar mensajes de texto a uno de sus amigos, el coronel de la Policía Diego Hernández, alertando sobre un secuestro express que tenía lugar en esos mismos momentos.
Los secuestros express, o “paseos millonarios” como se los conoce en Colombia, son moneda corriente en el país: los secuestrados son obligados a visitar distintos cajeros automáticos e ir extrayendo dinero de sus cuentas a fin de ser liberados.
El coronel Hernández, por supuesto creyó que había un secuestro, sino más aún, que la periodista era la secuestrada.
En parte por el hecho, en parte por amistad, nadie podrá saberlo, el coronel se preocupó mucho más de lo habitual y movilizó de inmediato a 1.500 policías para buscar a la “secuestrada”. Más aún pidió refuerzos del Ejército –algo habitual en la convulsionada Colombia- que de inmediato erigieron piquetes de control en las principales avenidas y calles, convulsionando aún más, el nada ordenado tránsito de Bogotá.
En tanto la periodista comentó que el secuestro era realizado en un taxi, la policía alertó a los obreros del volante, y prácticamente los 17.000, los que estaban de turno y los que no, salieron a las calles a la búsqueda del colega y la secuestrada.
Broma cara
Menuda sorpresa recibió la policía cuando, al abrir el domicilio de la periodista, adónde fueron a buscar alguna pista, se la encontraron completamente borracha, según relató a la prensa el propio coronel Hernández.
La periodista aseguró que no había querido hacer una broma pesada y que simplemente había reportado en mensaje de texto que la identificación del taxi en el que viajaba no coincidía con la matrícula del mismo. El taximetrista fue detenido y alegó que se había limitado a cumplir con lo que la viajera le ordenó.
La alcaldesa de Bogotá, Clara López, dijo que la falsa alarma había sido un “hecho irresponsable frente a la sociedad”, en tanto “el costo de operaciones de la policía se mide en millones de pesos”, y policía ejército y taxistas, “estuvieron en alerta desatendiendo otros hechos que sí, eran emergencias reales”.
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