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lunes, 25 de julio de 2011

¡Uruguay nomá! Un grito que nace del alma


"Goooollllll..... goooooolllllll..... Uruguayyyyyy... Uruguayyyy nomáaaaa... Forlánnnnn... Forlánnnnnn", miro a mi alrededor y veo al "Toto", a Kesman, a Sonsol, a Goñi, a Piñeyrúa... a todos... emocionados, gritando, levantados de sus asientos, con la voz al mango, con sus rostros enrojecidos, y yo, yo sólo puedo mirarlos, sólo puedo gritar el gol sin que nadie me escuche, pensando en esos tres millones de uruguayos, acá y allá, en Australia, en New Jersey, en Pando... en todos lados.

Grito pero nadie me escucha, pero la emoción es la misma de todos. Porque en la cancha está la Celeste.

explosión. Juega Uruguay, este Uruguay mágico que formó el maestro Tabárez. El de los gladiadores, el de la humildad, el Uruguay solidario, ese que no da pelota por perdida ni aún perdida.

Miro el reloj, van 41 minutos del primer tiempo y ese gol de Diego Forlán, ese gol rompió el maleficio y marcó el 2 a 0. EL Monumental explota, vibra en sus cimientos, porque ese gol le puso el sello de CAMPEÓN a Uruguay.

Le dio el broche de oro a una Copa América brillante, ese gol, llegó en el mometo justo, después de haber luchado a brazo partido, después del "golón" que metió "Luisito" Suárez en el arranque.

Ese gol liquidaba a un Paraguay que, al fin de cuentas, fue inexpresivo. Peleador, pero inexpresivo. Sin ideas, sin claridad, con muchas ganas, pero sin luces a la hora de tener y manejar la pelota.

anticipo. Y se fue. Quedaban 45 minutos, faltaba todo el segundo tiempo, pero todos sabíamos que ya estaba, que no había vuelta de hoja, que no había nada que hacerle; en una palabra: que el CAMPEÓN iba a ser Uruguay.

Por juego, por actitud, por garra, por corazón, porque esos hinchas de pantalón corto y camisetas celestes estaban tan felices como los 40 mil que colmaron las tribunas de Núñez. Felices por partida doble.

dominio. Y así fue, porque el segundo tiempo fue celeste. En todo sentido, en la cancha, en el manejo del juego, en la planificación y en la ejecución de un plan perfecto, rubricado con ese tercer gol de Diego Forlán cuando el partido ya se moría.

¡Qué digo gol! Golazo del avance uruguayo, golazo que le bajó el telón al campeonato, golazo para gritarlo, al fin y al cabo, tan o más fuerte que los anteriores.

Pequeño. Es Uruguay, es el mismo de siempre. El pequeño país, el más chiquito de todos, al que nadie y nunca tiene en cuenta, pero termina obligando a que todos hablen de él.

Uruguay... el más grande, el de los cracks sin corona, el de los jugadores de carne y hueso, el de los hombres con corazón enorme. Ahí están todos... a punto de estallar, los Muslera, Maxi, Lugano, Coates, Cáceres, el Ruso, Tata, Egidio, Palito, Suárez, Forlán, y entra Cavani, y Eguren y Godín... todos felices, cerrando un año fantástico desde Sudáfrica 2010 a hoy, una tarde que será inolvidable.

Ya no sé qué hacer... todos se abrazan, todos festejan, muchos lloran y me contagian, me hacen llorar. De emoción, de orgullo, de satisfacción, de ver a Uruguay en lo más alto del podio, levantando la Copa y ofrendándola a todo un pueblo, a un país, a la gente, a los hinchas...

Telón. "Uruguayyy nomáaaa... Uruguay nomáaaaa", miro a mi alrededor y veo al "Toto", a Kesman, a Sonsol, a Goñi, a Piñeyrúa... a todos... emocionados, gritando, levantados de sus asientos, con la voz al mango, con sus rostros enrojecidos, y yo, yo sólo puedo mirarlos, sólo puedo gritar sin que nadie me escuche, pensando en esos tres millones de uruguayos, acá y allá, en Australia, en New Jersey, en Pando. En todos lados.

Grito pero nadie me escucha, pero la emoción es la misma de todos. Porque en la cancha está la Celeste. La mejor de América.

Y con ese grito se cierra la tarde, se va el sol, se baja el telón para la mejor obra de todas, la de Uruguay CAMPEÓN.

Las cifras

9 goles hizo Uruguay en los seis partidos que jugó por la Copa América.

3.542 kilómetros del territorio argentino recorrió la delegación celeste durante su odisea en la copa.

Las estrellas

Luis Suárez

Por destrozo fue el hombre del campeonato. Incontrolable, infalible e insoportable en la marca.

Arévalo Ríos

Jugó una final como sabe hacerlo: destruyendo todo intento de los rivales. Volvió el "Cacha".

Diego Forlán

Volvió a convertir en el momento más importante, la final. Además, generó mucho juego ofensivo.

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