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jueves, 6 de marzo de 2014

Mexicana acusada de matar a su presunto violador sale de la cárcel tras pagar una fianza con el dinero de la gente

Yakiri solo alcanzó a decir unas frases a la prensa cuando una mano interrumpió su discurso para abrazarla. Era su abuela, otra de las mujeres que, junto con su madre, sus hermanas, las asociaciones feministas y su novia, han luchado por sacarla de la cárcel. Cincuenta horas después de que un tribunal le concediera la libertad bajo fianza, la joven de 20 años acusada de matar a su presunto violador el pasado diciembre cruzaba las puertas del penal de Tepepan, al sur de la Ciudad de México. Yakiri estaba nerviosa, algo aturdida por las cámaras, pero habló con una entereza mayor a la de una mujer su edad. Acababan de este modo más de tres meses de un encierro injusto, porque la corte resolvió el lunes que el homicidio fue en legítima defensa, aunque con exceso.
“He sobrevivido, estoy muy contenta porque estar con mi familia es lo que más echaba de menos, pero  también tengo miedo porque uno de mis agresores sigue en la calle”, aseguraba alrededor de las nueve y media de la noche del miércoles. “Quiero que no haya más injusticias, que se acabe el machismo”, pedía escoltada por sus padres, la abogada y una decena de policías.
Pese a la fiesta de los grupos feministas en la calle, la jornada se volvió una auténtica agonía. Alrededor de la una de la tarde, el juez fijaba el monto de la fianza en 423.800 pesos (unos 32.000 dólares), una cantidad mayor a la esperada que obligó a la familia de la muchacha a pedir el apoyo de senadores y diputados, que se habían ofrecido a ayudarles. Desde el lunes, José Luis y Marina, los padres de Yakiri, consiguieron recaudar mas de 60.000 pesos a través de las aportaciones de la ciudadanía. De hecho, el caso de la joven ha tendio una gran repercusión en las redes sociales. En Twitter, por ejemplo, etiquetas como #Yakiri o #YakiriLibre han marcado tendencia. Después de reunir el mínimo necesario para pedir la libertad de Yakiri (los 100.000 de fianza y alrededor del 10% de los 323.000 en concepto de reparación del daño), sobre las seis de la tarde la abogada entregaba los últimos papeles ya en la prisión. Entre esto y su salida, más de tres horas y media de risas y lágrimas, de larga espera, de frío y café en el aparcamiento del reclusorio.
El pasado lunes un tribunal colegiado del Distrito federal corrigió el auto del juez que le había imputado un homicidio calificado en diciembre. En el fallo, los magistrados reconocen que hubo abuso sexual y que Yakiri, de unos 50 kilos de peso, se defendió, pero dicen que al hacerlo cometió un “exceso de legítima defensa”, pues la muerte de Miguel, de 37 años, 1,80 de estatura y 90 kilos, no es igual al daño que él pudo causarle con la violación y las puñaladas que le asestó después.

Este miércoles Yakiri todavía no sabía donde iba a dormir. Familiares de Miguel, ha denunciado José Luis, han amenazado con matarla para vengar su desaparición. El proceso continúa ahora en los juzgados de paz, como delito no grave, aunque la defensa peleará por que se le retiren los cargos. “Lo que es un exceso es que te violen; lo que es un exceso es la impunidad; lo que es un exceso es que Yakiri haya estado tres meses en prisión; pero defenderse nunca es un exceso”, cantaban afuera de la prisión las mujeres que la han apoyado desde el primer día.
Según contó la joven, que el 9 de diciembre, llena de heridas y con la ropa rasgada, pidió ayuda a una patrulla de la policía capitalina, dos hombres la habían secuestrado en una moto y la llevaron a un hotel donde uno de ellos la violó. Durante el forcejeo posterior, ella rasgó en el cuello a Miguel y este, desangrándose, se fue. El hombre murió minutos después en la puerta de su casa. Lo esperaba su hermano Omar, de 33 años, el otro implicado en los hechos que relata Yakiri. Cuando acudió a la comisaría y vió a la joven, Omar la denunció como la homicida de su hermano. La muchacha, natural del barrio bravo de Tepito, no volvió a pisar la calle. En su caso no se aplicaron los protocolos internacionales para las víctimas de violación, entre ellos la aplicación de retrovirales o un examen ginecológico completo -llegó diez días después, cuando la joven ya estaba en la cárcel-. En el auto de formal prisión emitido en diciembre, el juez establecía que el suceso había sido un crimen pasional, porque Yakiri y Miguel eran amantes. La joven, sin embargo, declaró que esa tarde iba a encontrarse con su pareja, Gabriela, con quien tiene una relación desde hace más de dos años.

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