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miércoles, 12 de febrero de 2014

Una niña canadiense con dos madres y un padre

Se llama Della Wolf Kangro Wiley Richards, y es la primera niña que tiene en su certificado de nacimiento tres progenitores: dos madres y un padre. No se trata de una complicada combinación de óvulos y genes de distintas procedencias. Simplemente, Della es hija de Danielle Wiley y Anna Richards, un matrimonio de lesbianas de Vancouver, en la provincia canadiense de la Columbia Británica, y él, Shawn Kangro, es un amigo de ellas que fue el donante de esperma, pero que no quiere quedarse en solamente eso.
De acuerdo con los medios canadienses, se trata del primer caso en que se ha podido registrar a una niña con tres progenitores, algo que permitió la modificación del año pasado de la ley de familia de la provincia (el equivalente a un estado de EE UU en cuanto a autonomía).
La iniciativa partió de las mujeres, que querían tener un hijo. Como muchas parejas de lesbianas, acudieron a un donante. Pero, en contra de lo que es habitual, en su caso no querían que el hombre se desentendiera del hijo futuro una vez cumplida su labor biológica. El elegido, Shawn Kangro, fue un amigo de la universidad de Anna. Él aportó el semen y Danielle se autoinseminó con una jeringuilla.
“Las dos, desde el principio, queríamos tener un padre que participara”, declaró Wiley. “Sé que muchas parejas de lesbianas no quieren eso. Prefieren un donante anónimo. Pero a nosotras nos gustaba la idea de alguien que se involucrara, que fuera una figura paternal para el bebé”.
“Cuando Anna y Danielle me lo pidieron, supe enseguida que iba a decir que sí, aunque tenía que discutir conmigo mismo un montón de cosas antes”.
Una vez tomada la decisión, solo quedaba solventar la burocracia. Para ello, los tres padres firmaron un contrato. En él se estipula que las mujeres serán las madres de la niña, tendrán su tutela y serán las encargadas de mantenerla. Él queda como un tutor en caso de que ellas falten, y puede visitar a la familia siempre que quiera.
Este era el requisito legal, aunque la burocracia les puso algunas pegas. Los formularios para inscribir al bebé por Internet no estaban preparados, y ninguno quería que uno de los tres quedara fuera. Por fin, tras un par de meses, consiguieron solucionar el papeleo.
Ahora, con la niña en casa, “parece lo más natural del mundo, somos como cualquier otra familia”, dice Kangro.
La abogada que les ayudó en todo el proceso, barbara findlay –que insiste en escribir su nombre en minúsculas-, define así el cambio social recogido en la nueva regulación canadiense: “En los viejos tiempos, lo que primaban eran las conexiones biológicas y genéticas. Y eso ya no es lo verdadero. Ahora con centramos en la intención de las partes que contribuyen a engendrar al niño, pero también a criarlo y educarlo. Y ese es un cambio realmente enorme”.

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