A falta de confirmación por el IGN, uno de cuyos técnicos se acercó a la loma desde la que curiosos, guardias civiles y periodistas seguían el fenómeno para medir la calidad del aire y la concentración de gases, el fuerte hedor a huevos podridos apuntaba a sulfuro de hidrógeno (SH2), un gas difícilmente nocivo al aire libre, porque se diluye con facilidad. Pero hay otras posibilidades, como que sean CO y CO2. El primero, el monóxido de carbono, es muy peligroso, porque compite con el oxígeno en el flujo sanguíneo, y no huele. Es el gas responsable de las muertes cuando hay una mala combustión de un brasero, por ejemplo.
Rubén López, el vulcanólogo del IGN, no quiso confirmar los datos de las mediciones -tienen prohibido hablar con la prensa-, pero sí que tranquilizó a los asistentes, alguno de los cuales se había tapado la boca con improvisadas mascarillas. López, más tarde, bajó de la loma en dirección al mar para recopilar datos de los gases emitidos. La tranquilidad con la que lo hacía, sin tomar precauciones y solo pertrechado con el aparato de medir gases y un papel y un bolígrafo permite aventurar que no esperaba nada muy alarmante. En cualquier caso, la información será, previsiblemente, comunicada hoy, después de la reunión del comité científico y del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca), que informan cada 48 horas.
Una de las dudas que tiene el IGN, según ha podido saber EL PAÍS, es que el azufre (u otros gases, de los que el mayoritario en estos momentos es el CO2, una buena noticia porque es fácilmente absorbible por las plantas) puedan venir no solo del mar. La idea de que haya una falla o fisura en tierra por la que se estén escapando gases hace aumentar la preocupación, porque indicaría que hay una zona en la corteza continental de menor resistencia que podría ser aprovechada por el magma para emerger si se lo somete a la suficiente presión. Eso llevaría al peor escenario: que se abriera una boca en tierra firme. No solo sería más peligroso por las emisiones de magma, sino que se perdería el efecto pantalla del agua, que absorbe la mayoría de los gases (por ejemplo, los óxidos de azufre, precursores de la lluvia ácida pero que quedan neutralizados por la alcalinidad del agua marina, según indicó ayer el Involcán).
Para quienes, sin duda, es peor la noticia de las nuevas burbujas y las emisiones de gases es para los habitantes de La Restinga que fueron desalojados el sábado. Si la orden para evacuar a la población llegó después de un par de explosiones, que estas se hayan repetido permite aventurar que el desalojo se va a mantener. De hecho, la última evacuación se produjo a pesar de que la unidad de medición de calidad del aire, estacionada en el puerto de La Restinga, no había detectado niveles de gases peligrosos. Y si hubiera CO, la probabilidad será mucho mayor.
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