Todos
sabemos que cuando España quiso ingresar en la Unión Europea (denominada
por aquel entonces Mercado Común), Alemania y los países fundadores, se
mostraron encantados de acogernos en su seno, pero avisándonos de que
era un club selecto y teníamos que cumplir escrupulosamente sus reglas
para ser aceptados.
Cuando finalmente el 1 de enero de 1986,
España formalizó su adhesión, el precio que pagó para entrar, fue el
desmantelamiento de su industria pesada: altos hornos, construcción
naval y siderurgia, que fueron sacrificados en una salvaje reconversión
industrial capitaneada por Felipe González que costó muertos, sangre y
despidos a mansalva. El peaje ya no pudo ser más alto.
En el
reparto de competencias quedó claro que fabricar era cosa de Alemania, y
que los españoles teníamos que conformarnos con el sol, el clima y la
simpatía para recibir turistas, y como premio de consolación, con
factorías de montaje que para eso teníamos mano de obra barata y
abundante.
A partir de ahí, ¿a qué actividad económica podíamos
dedicarnos?... ¿a producir botijos? … No nos habían dejado otra salida
que fabricar casas, la gallina de los huevos de oro. Y desde luego si lo
hubiéramos hecho ordenadamente y con cabeza, esa opción hubiera podido
funcionar razonablemente bien. Pero el pelotazo, y el afán político de
presumir de crecimiento, superávit de cuentas públicas y creación de
empleo, acabaron con esa posibilidad, y nuestra pretendida opulencia se
fue de golpe por el desagüe como un mal sueño. 1
Como los españoles no ahorrábamos lo suficiente para construir tantas
viviendas como queríamos, Alemania (sus bancos) nos prestaban el dinero
que les sobraba, igual que ahora se muestran dispuestos a volver a
prestárnoslo generosamente; en una palabra, en su bondad infinita, los
alemanes nos lo financian todo, la burbuja y la crisis… ¿qué más podemos
pedir?
Q ue Alemania rescate a España significa que le presta
dinero, no para atender las necesidades de nuestro país y que fluya el
crédito hacia la economía productiva y el consumo de las familias, sino
para que vaya a parar a las arcas de los bancos españoles y que así
éstos puedan reembolsar lo que deben a sus homólogos alemanes. Puesta la
ayuda, puesta la trampa. Resulta más barato salvar al soldado Ryan que a
los bancos.
¿ Pero por qué no inyecta Alemania ese dinero
directamente a sus bancos en peligro, en vez de entregárselo a España,
si el coste es el mismo, y su destino inevitable es terminar a orillas
del Rhin? ¿para qué andarse con tantos rodeos y complicar tanto las
cosas? ¿para despistarnos quizá? 2
No. La razón es mucho más simple: si Alemania rescata directamente a
sus bancos, la factura la tendrán que pagar los contribuyentes alemanes,
mientras que si Alemania rescata a España, la factura de salvar a los
bancos alemanes la pagaremos los contribuyentes españoles. Una
diferencia abismal.
Como la deuda ofende, mejor quédatela tú,
que te hace más falta. En una sociedad capitalista, toda crisis tiene
que tener unos ganadores y unos perdedores, que poco o nada tienen que
ver con quienes la han desencadenado. Contiendas que, como es natural,
no ganan los que tienen más razón, sino los más poderosos.
La
crisis constituye una oportunidad preciosa para exprimir más a los de
abajo, objetivo común en el que coinciden tanto los capitalistas
alemanes como los españoles, excepto en que, desde un punto de vista
electoral, sacrificar a la gente y los recursos públicos para salvar a
la banca privada resulta sumamente impopular, por lo que siempre es
preferible que esa medida la adopten otros, y dado que los países del
sur son más débiles, lo adecuado es que sean ellos los que se coman el
marrón y su población la que sufra los recortes. La mejor manera de
deshacerse discreta y cómodamente de la porquería propia es endiñársela
al vecino si se deja. Maniobra que, en este caso, no presenta problema
alguno, porque nuestros amigos teutones tienen por estos lares un chico
muy aplicado, dispuesto y obediente que hace todo lo que le dictan sin
rechistar.
La burbuja ha explotado, pero la deuda impagable se
mantiene viva, sin embargo su estallido solo ha afectado a los
ciudadanos de a pié que van a ser los chivos expiatorios de ella, cuando
lo justo sería que los bancos privados españoles quebrados se
nacionalizasen, y los bancos privados alemanes que tanto contribuyeron a
hinchar desmesuradamente la burbuja inmobiliaria hispánica, se cobrasen
su deuda en urbanizaciones y no en dinero público.
Por el
contrario, la solución que el sistema nos brinda, no es otra que
precariedad y sueldos de miseria, o paro y hambre, a elegir. El
fusilamiento o la horca. Un menú apetitoso y bajo en calorías. Y es que,
en esta Europa solidaria de los mercados, cada cual arrima el ascua a
su sardina, descargando sus pecados y culpas sobre los demás; posición
que por cierto imita Cataluña, revistiendo los intereses económicos de
su oligarquía con un ropaje sentimental e identitario para ganar más
adeptos. En cuanto a los americanos, aunque les parece estupendo que se
rompa el euro, les preocupa que las disputas internas de los socios
europeos pongan en peligro sus inversiones aquí.
Adormecidos
por el espejismo del estado de bienestar, los ciudadanos españoles hemos
olvidado que la guerra de los de arriba contra los de abajo se mantiene
tan pujante y feroz como el primer día, solo que los tanques modernos
se llaman ahora primas de riesgo.
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