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Exxon Mobil, la mayor
petrolera privada del mundo, estudia aterrizar en Afganistán y la
canadiense Terraseis, anuncia haber encontrado petróleo en la provincia
Faryab. Desde la ocupación en 2001, los países de la OTAN han perforado,
sólo en la cuenca del Amo Darya, 322 pozos, donde se estima que hay
entre 500 y 2 mil millones de barriles de crudo.
Aunque la prensa
occidental habla con euforia del “descubrimiento” repentino del Oro
Negro afgano, desligándolo de la invasión y la ocupación del país, desde
1938 —cuando los británicos construyeron las primeras refinerías en
Irán y Arabia— había conocimiento sobre los yacimientos petrolíferos de
Angut, al norte de Afganistán, que en 1959 fueron explotados por los
soviéticos, quienes construyeron el primer gasoducto del país que
terminaba en Uzbekistán. Hasta 1966 habían perforado otros 60 pozos en
el suelo de Herat y Helmand entre otras zonas. En los 80, mientras EEUU
armaba a los mercenarios liderados por Bin Laden y les llamaba
“luchadores por la libertad”, desmantelando el gobierno socialista del
doctor Nayibloha, la URSS iba a construir una refinería capaz de
producir un millón de toneladas de gas por año.
Con el colapso de
la Unión Soviética en 1991, el principal objetivo de EEUU fue, aparte
de impedir la reconstrucción del espacio post-soviético bajo el paraguas
de Moscú y la creación de bases militares en la vecindad de China,
Rusia e Irán, la construcción del gasoducto transafgano TAPI
(Turkmenistán, Afganistán, Pakistán, India), desde el mar Caspio al mar
Arábigo, con el fin de llevarse el gas de Turkmenistán. Con su “doctrina
de la seguridad colectiva”, santo y seña de sus guerras por los
recursos, la OTAN no ha conseguido ninguno de los objetivos, ni siquiera
con la ocupación directa del país en 2001, y sus 300 mil soldados y
decenas de miles de mercenarios y contratistas. Fiasco total. Le ha
costado a la Alianza —tras perder a unos 3.000 soldados y gastar 6.000
millones de dólares al mes desde entonces—, darse cuenta de que no tiene
nada que hacer en un patio trasero, perteneciente antes a la URSS y
ahora a China. De poco le servirá el informe del Pentágono (2010) que
sitúa en un billón de dólares el valor de algunas reservas petrolíferas
no explotadas de Afganistán. Bonito informe, aunque ha sido la empresa
china CNPC quien ganó el concurso de licitación, y firmó el mayor
contrato de petróleo de la historia de Afganistán, para explotar los
yacimientos de Amo Darya, y que incluye la construcción de la primera
refinería del país.
El Congreso de EEUU echaba humo. Duras
críticas al Pentágono por su incapacidad para evitar el contrato y a
Hamid Karzai por su “deslealtad”.
Tres meses después de la
Conferencia de Tokio sobre Afganistán (julio de 2012) y del acuerdo de
los países de la OTAN en invertir 16.000 millones de dólares en las
infraestructuras —imprescindibles para empezar a explotar el fuel
afgano—, Pekín seguía moviendo fichas: por primera vez en 50 años, altos
cargos de su gobierno visitaron Afganistán para consolidar la
estrategia de reconstruir la vieja Ruta de la Seda, crear una extensa
red de gasoductos con los países “Stan”, y así garantizar su seguridad
energética. En aquellas localidades que se encuentran bajo el control de
los taliban, los chinos han conseguido su colaboración —previo pago a
ellos o al gobierno de Pakistán—, mientras contratan a aldeanos para
trabajar o como vigilantes, construyen clínicas, escuelas, viviendas, y
llevan agua potable y electricidad a los pueblos de alrededor…
presentándose como el “imperialista con rostro humano”.
Otros tesoros
A
demás del Oro Negro, Afganistán tiene oro, mucho oro amarillo, y no de
los lingotes hechos de tungsteno que abundan en la tesorería de EEUU. De
hecho, la compañía financiera JPMorgan Chase firmó con Karzai, en 2011,
un acuerdo por el valor de 40 millones de dólares, para hacerse con una
de las minas de oro afgano. Quizás Horst Köhler, el ex presidente de
Alemania, pensaba en este metal cuando en 2010 sugirió que las tropas de
su país están en Afganistán para proteger la economía alemana. Decirlo,
le costó el cargo. Este país, que en teoría posee el segundo depósito
de oro del mundo (3,4 toneladas), sólo guarda en sus bancos el 31%, ya
que EEUU, Francia e Inglaterra siguen negándose a devolverle sus
lingotes depositados.
La existencia de toneladas de oro,
diamantes, esmeraldas, cobre, hierro, uranio, y otros minerales (como
tierras raras), que hoy pone los dientes largos al Servicio Geológico de
EEUU (USGS), ya había sido documentado, hace un siglo, por las
expediciones coloniales rusas y británicas. Más tarde, fueron los
geólogos soviéticos los que realizaron un estudio minucioso sobre los
tesoros afganos, aunque vuelve a ser China quien hoy se ha llevado el
contrato de la mina de cobre de Aynak, la más grande de Eurasia, y
posiblemente la segunda reserva mundial de cobre tras Chile, y cuyo
valor asciende a 404 mil millones de dólares. Medio centenar de empresas
chinas ya trabajan en la minería afgana. Los indios también roban el
mercado a otros competidores como Rusia o Turquía.
Sí, aquí las
minas milenarias conviven con las sembradas hace pocos años por
canallas, desfigurando la vida de la gente de esta tierra, cuya
esperanza de vida que era de 48 años en 1984, ha caído, doce años
después de la promesa de liberación por los países “civilizados”, en 44 .
Ha
nacido otro Zaire, otro Congo, a la sombra del baile de buitres sobre
los cuerpos de decenas de miles de afganos humillados, torturados,
violados, secuestrados -en decenas de mazmorras y Guantánamos abiertos
de par en par- y asesinados (en una de sus últimas incursiones, en
octubre pasado, la OTAN abatió a otros nueve niños), mientras los veinte
millones de supervivientes siguen sin agua potable, sin luz, y paliando
su dolor y hambre con opio, que gracias a los ocupantes su cultivo se
ha disparado de 200 toneladas en 2001 a 6.900 en 2009, según la ONU,
dejando cientos de millones de dólares de beneficio a los carteles
internacionales (Camellos en Afganistán).
Demasiados
intereses en Afganistán para que EEUU y sus aliados abandonen el país, a
menos que la presión de China y Rusia les corte la respiración.