A seis días de que hablen las urnas, el PP sabe que serán pocos los
votos que lo lleven a la gloria o al infierno. Ayer reunió en un hotel a
sus “comités de barrio” de A Coruña, unos 200 militantes, especialmente
entusiastas e infiltrados en esos ambientes estratégicos donde los
políticos ingenuos pierden las elecciones. “Cuando vais a un bar o a una
peluquería y defendéis al PP, le dais al partido su capacidad de
movilización”, les animó el alcalde, Carlos Negreira, uno de los
teloneros del presidente del partido, Mariano Rajoy, estrella de un acto
atípico para un gobernante que tiene a su país al borde del rescate.
Rajoy abandonó La Moncloa y sus reuniones en la cima del mundo para
dejarse aplaudir y besar por los “radares y transmisores” en los que
confía el PP cuando quiere enterarse de qué se dice en la calle, tal y
como los bautizó la cabeza de cartel por A Coruña y conselleira de
Feijóo, Beatriz Mato. Esa calle que Rajoy ha evitado pisar de momento en
las ciudades, esquivando así un foco de malestar social por los
recortes que la agenda presidencial relega en favor de actos más
discretos en las zonas rurales. “Las elecciones no las gana el
candidato, el presidente de la Xunta o el presidente del Gobierno”,
advirtió el jefe del Ejecutivo español a los militantes coruñeses “sino
mucha gente comprometida con un ideario que convence a cualquier persona
que se encuentra”.
No había euforia en la sala, quizás por el mismo sentimiento que
mueve a Feijóo a mostrarse inquieto estos días y a repetir que las
encuestas que vaticinan un triunfo del PP “no ganan elecciones”. Por si
alguien se siente tentado a dormirse al calor de los sondeos, Rajoy
acudió ayer a A Coruña acompañado de Javier Arenas, el hombre al que la
demoscopia nombró presidente de Andalucía hasta que las urnas le
arrebataron el cargo. Consciente del lastre que supone para el PP
gallego sus 11 meses de desgaste al frente del Gobierno, Rajoy dedicó
parte de su intervención ante los “comités de barrio” de A Coruña — “una
de las ciudades más emblemáticas y con mayor proyección de España y de
todo el mundo”— para orientar los mensajes que estos afiliados deben
transmitir en primera línea de combate, es decir, en el bar y la
peluquería. “No pido el voto porque sea un forofo del PP, que también,
sino porque creo que las cosas se han hecho bien en Galicia estos años”,
afirmó Rajoy, al tiempo que alababa a un Feijóo ante el que “no hay
alternativa” y que fue “el primero” en afrontar la crisis. “Si otros lo
hubieran hecho desde 2009, la situación sería más fácil de superar”. Y
si alguien menta las subidas de impuestos o el tijeretazo al gasto
público, se recurre a lo inevitable: “Muchas de las decisiones que
tomamos no nos gustan, pero son necesarias”.
Rajoy, que según Negreira “conoce todos los pueblos de Galicia y las
necesidades de todos”, sostiene que en la comunidad se paga a
proveedores y se construyen hospitales y centros de salud. Ahora que el
presidente electo de México ha despejado las dudas sobre el futuro de
los contratos que la petrolera Pemex firmó con astilleros gallegos,
publicitados por Feijóo como el principio del fin de la crisis, Rajoy ha
revelado que participó en las gestiones internacionales para que los
acuerdos salieran adelante. Así pues, Galicia, concluyó, está menos mal
que el resto: “Las cosas hoy están aquí mejor que en la mayoría de
comunidades aunque es necesario trabajar mucho porque las cosas todavía
no están bien”.
Mientras viajaba en el coche oficial que lo llevó al hotel del
acomodado barrio de Matogrande que acogió el acto, Rajoy descubrió con
desagrado los eslóganes de los partidos que intentan evitar la
reelección de Feijóo. “Para hacerles frente [eslogan del BNG], hay que
pararlos [de Alternativa Galega de Esquerda]… No se puede ir así por la
vida”, criticó el presidente, contrario ahora a pedir el voto “para
parar a nadie”. Para desacreditar a sus contrincantes, Rajoy censuró el
legado de “eso que se llamaba el bipartito”, abogó por un gobierno “que
tenga el mismo ideario, objetivos compartidos y el mismo programa” y
resaltó que la “estabilidad política de Galicia es muy importante para
España”. “Galicia no se merece otro bipartito pero en versión mucho
peor”, remató. Minutos después, los “comités de barrio” cercaron a
Rajoy. Querían un retrato con él para enseñar en el bar y en la
peluquería.
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