«Si quieres viajar sin dinero, hazte marinero». Así reza un viejo
dicho popular extraído de la jerga mochilera. Una jocosa sugerencia que
invita a empaparse del romanticismo de la navegación a cambio, eso sí,
de levar anclas, izar velas o combatir crueles marejadas. Lo que viene a
ser surcar los mares desempeñando ciertas labores en la embarcación,
pero sin gastar un solo céntimo en el trayecto. Ahora esta experiencia
está al alcance de cualquiera. Porque los tiempos que corren están
fomentando una nueva –y económica- práctica para moverse por el planeta:
lo último en viajes low-cost es hacer barco-stop. Sí, como lo oyen, aquello de levantar el dedo para obtener un desplazamiento gratis, pero esta vez con carácter náutico.
El barco-stop es similar a su homólogo de tierra firme,
sólo que el interesado, lógicamente, en lugar de hallarse a la deriva en
medio del océano esperando a un alma caritativa con el pulgar hacia
arriba, acude a otros medios más sólidos y, tal vez, más organizados. El
más común es recorrer diversos puertos hasta dar con aquel capitán que decida aceptarlo en su tripulación sin el previo paso por caja.
Existen, claro está, algunas condiciones a negociar antes de emprender la travesía. Y entre ellas, aquello que el barcostopista
está dispuesto a ofrecer en contrapartida a un viaje sin cargas o, en
su defecto, con el único pago del combustible y la manutención. ¿Fregar platos? ¿Pelar patatas?
Sorprende la lista de funciones a ejercer a bordo, tan larga como
variopinta. Más allá de la cocina y el mantenimiento, algunas compañías
navieras buscan asistentes de chef, sumilleres, barmans... pero también masajistas, doctores, dentistas e incluso en los cruceros de placer, magos, malabaristas, payasos, croupiers... y toda suerte de animadores de fiesta.
Tablón de anuncios
A veces, basta el dominio de algún idioma para ganarse un hueco en el pasaje. Porque hay casos en los que se requiere de traductores al llegar al puerto de destino.
Puestos a pedir, japonés para la isla de Yakushima, árabe para el
archipiélago de Socotra o, más asequible quizás, la lengua de Víctor
Hugo para la exótica Polinesia Francesa. Pero ni que decir tiene que la
experiencia en navegación supone siempre un plus para esta tendencia
viajera.
Tanto está cundiendo el barco-stop a lo largo y ancho del mundo que
muchos puertos han incorporado ya en su tablón de anuncios un Crew Wanted,
es decir, una lista con los puestos de tripulación demandados por los
capitanes. E incluso en la red existen también algunas páginas (www.floatplan.com) con diferentes ofertas de trabajo a sueldo de un viaje a cero euros. Y no faltan incluso quienes han visto un filón literario en esta curiosa práctica, como el joven italiano Alberto Di Stefano, que ha escrito el libro Il giro del mondo in barca-stop (La vuelta al mundo en barcos-stop), basado en su propia experiencia.
En España también funciona, por ejemplo, en el Puerto de la Luz, Las Palmas,
donde acuden a menudo intrépidos aventureros, dispuestos a abordar
cualquier ruta. Cuentan, por cierto, los expertos que la mejor temporada
es ésta que se aproxima: los meses de noviembre y diciembre, cuando
centenares de barcos facilitan el cruce del charco con tripulaciones gratis.
A tiempo se está, pues, de enrolarse en un mastodóntico buque o en un
idílico velero para dejarse llevar por los vientos alisios, recalar en
islas maravillosas y vivir apasionantes aventuras. Como en las míticas
historias que cuentan los marineros.
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