Las reverberaciones de los casos de corrupción en España activan las
alarmas en Bruselas. La Comisión Europea advierte, en un informe
“político” interno al que ha tenido acceso este periódico, del efecto
negativo de los últimos escándalos, en especial tras la publicación de los papeles del extesorero del PP, Luis Bárcenas.
“Ese es solo el último de una serie de casos de corrupción de perfil
alto, incluyendo uno contra el yerno del rey Juan Carlos. Como
consecuencia, los españoles han perdido la confianza en su clase
política”, sostiene el documento. Pese a que Bruselas considera “muy
prematuro” aventurar si existen potenciales amenazas para la estabilidad
del Gobierno, insiste en que “la creciente frustración podría llevar a
muchos españoles a una completa desconexión de la política”, y subraya
el retroceso en las encuestas de los dos grandes partidos, PP y PSOE,
como efecto colateral. Además de las consecuencias políticas, el informe
avisa también de que “los inversores internacionales están siguiendo
estrechamente la situación”.
“Junto con la reforma aún por concluir del sistema bancario y las
incógnitas sobre la estructura institucional (reforma de la
Administración local, reforma del Banco de España, creación de una
autoridad fiscal independiente, división de poder con las comunidades e
independencia de Cataluña) la corrupción es otro lastre para la
confianza de los inversores en España”, señala el documento.
Fuentes gubernamentales aseguraron que ayer en la cumbre no se
palpaba “una preocupación concreta” sobre España. “El caso no ha salido
en las conversaciones entre los líderes. Lo que sí hay es una
preocupación genérica, cierta inquietud por la estabilidad de España
(que se refleja en la prima de riego) y de Italia, por las elecciones”,
según admitieron las mismas fuentes.
Bruselas ha mantenido hasta ahora un respetuoso y prácticamente inexpugnable silencio institucional respecto al caso Bárcenas,
tras la publicación de los papeles manuscritos del extesorero del PP en
los que apunta entregas de miles de euros a casi todos los integrantes
de la cúpula de ese partido. Incluido el presidente Rajoy, que ha negado
con rotundidad haber recibido dinero negro. El pasado viernes, una
portavoz del presidente José Manuel Durão Barroso rehusó en rueda de
prensa —hasta en siete ocasiones— pronunciarse sobre el caso. A las
insistentes preguntas de varios medios sobre si hay preocupación en
Bruselas o sobre la tensión social que pueden generar escándalos de ese
tipo, la portavoz aseguró que la Comisión no ha mantenido contactos con
España sobre esta cuestión. “Es un asunto interno”, se limitó a
responder una y otra vez, para aclarar después que en ningún caso va a
afectar al programa de rescate de la banca. El pasado miércoles, una
alta fuente europea se limitó a explicar al respecto que “todo lo que
eleve la inestabilidad es malo”.
Pero más allá del escueto informe interno de Bruselas —similar a las
frecuentes notas diplomáticas que, en un tono generalmente aséptico, se
emiten sobre la situación política de cada país—, la preocupación en
Europa es indiscutible. Una alta fuente del Eurogrupo explicaba hace
unos días que “los riesgos políticos y sociales”, y no solo vinculados a
procesos electorales como el de Italia, son ya el elemento más
preocupante para la estabilidad del euro. En las grandes capitales,
Berlín repite la letanía de Bruselas y dice que se trata de un asunto
interno; un portavoz se remitía a las declaraciones de la canciller
Angela Merkel, que el lunes cerró filas con Rajoy y le expresó todo su
apoyo. Sin embargo, una fuente diplomática francesa sí mostraba
preocupación, incluso sobre cómo puede afectar el caso a las
negociaciones sobre el presupuesto comunitario. “La negociación es más
complicada por la situación interna en algún país, con todo lo
relacionado con las elecciones en Italia y con el debilitamiento de la
imagen de Rajoy en España”.
En los canales oficiales y fuera de ellos hay inquietud y una enorme
expectativa sobre el desenlace del caso. Y a la vez cierta prudencia:
solo fuera de micrófono se admiten abiertamente los riesgos que entraña
la situación política española. Fuentes europeas cuestionan tanto la
defensa de Rajoy (“todo es falso, salvo algunas cosas”) como la ausencia
de dimisiones: “En cualquier país del Norte la situación sería
diferente”. “Hace tiempo que los socios europeos ponen el énfasis en las
obras faraónicas, en los kilómetros del tren de alta velocidad, en la
inflación de aeropuertos: con ese tipo de escándalos es difícil ver cómo
Madrid puede reclamar nuevos fondos regionales”, indican.
Las fuentes consultadas advierten de dos consecuencias inmediatas de
la corrupción: por un lado, la desconfianza de los socios hará que la
tutela sobre España, que ha solicitado un rescate financiero de unos 40.000 millones,
sea aún más exigente en adelante. Por otro, fuentes diplomáticas ponen
en duda que el equipo de Rajoy pueda mantener el ritmo de las reformas:
la corrupción pasará factura en forma de una mayor debilidad del
Gobierno; el déficit de legitimidad puede dificultar el anuncio de los
recortes pactados con Bruselas para 2014. El propio documento advierte
de que la corrupción quita fuerza a los primeros indicios de mejora
—caída de la prima de riesgo, regreso de la inversión extranjera, alza
de exportaciones y un cierto alivio en la situación fiscal—, que no se
refleja aún en la economía real: “Los españoles siguen teniendo solo
vagas e insatisfactorias promesas acerca de que las cosas van a mejorar
en el último trimestre del año”.
Fuera de las fuentes oficiales, los analistas coinciden con el examen
interno de Bruselas sobre los riesgos asociados a la escalada de
corrupción. Daniel Gros, director del Centro Europeo de investigación
Política, explica que el caso Bárcenas “llega en un momento muy
malo”. “Si el proceso judicial confirma los indicios, cabe esperar
dimisiones al más alto nivel por el bien del país. La cuantía de los regalos
no importa tanto como la mala impresión que causa todo lo relacionado
con los sobres, y la sensación de que esto es solo la punta del
iceberg”. En Berlín, Ansgar Belke, del influyente think tank
DIW, asegura que el caso “contribuye a aumentar la desconfianza
creciente del Norte respecto a los Gobiernos y Parlamentos del Sur”, en
lo que supone una especie de peligrosa confirmación de los peores
prejuicios para con España. “Hemos visto lo mismo en Grecia, y en
tiempos pasados lo vimos en Alemania. Pero en plena crisis, alimentar
las percepciones negativas \[respecto a la periferia de la eurozona\] es
un problema grave de cara a encontrar soluciones europeas. Además de
las dimensiones internacionales, a nivel interno al Gobierno le va a
costar mantener la velocidad de los ajustes, pese a que tanto Bruselas
como Berlín son conscientes del gran esfuerzo que ha hecho España al
respecto. De ahí que Merkel haya dado todo su apoyo a Rajoy”.
Javier Noya, investigador del Instituto Elcano y director del Observatorio de la marca España, considera que el caso Bárcenas
es “devastador” para la imagen de España. “Llueve sobre mojado, y el
hecho de que nadie espere una dimisión no hace más que alimentar ese
tópico de los virtuosos del Norte y los pecadores del Sur. Tras el
desastre que supuso el pinchazo de la burbuja, el deterioro de la marca
España se había detenido últimamente: ahora vuelve hasta el punto de que
hay quien traza paralelismos con la Italia de Berlusconi, algo
inédito”. Noya habla de “crisis de legitimación” con los casos que
afectan a la jefatura del Estado y a la presidencia del Gobierno: “Con
estos escándalos se une a la prima de riesgo económica, por las dudas
sobre la recuperación de la economía y la deuda, una prima de riesgo
política que hasta ahora solo teníamos por el descontrol de las cuentas
autonómicas y las tensiones nacionalistas”. Wolfgang Münchau, director
de Eurointelligence, resume el embrollo con brillantez: “He visto muchos
escándalos políticos. Este no es el peor, ni de lejos, pero
probablemente es uno de los más peligrosos por las fechas y las
circunstancias. No hay que subestimar la dimensión europea y financiera
en todo esto. La historia aún no es lo suficientemente grande, pero lo
será si salen más acusaciones a la superficie. Si Mariano Rajoy no puede
aclarar el caso con rapidez, todo esto va a ser terriblemente duro”
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