Se acabó el silencio sobre Luis Bárcenas en las ruedas de prensa de los viernes. La presión política es de tal calibre, y la preocupación en los círculos de poder del PP de tal nivel, que la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, reacia hasta ahora a entrar en este escándalo, fue preguntada ayer en el Consejo de Ministros
y no eludió la respuesta, como otras veces, para tratar de apagar el
enorme incendio político provocado por el cambio de estrategia del
extesorero, dispuesto ahora a hablar y atacar nada menos que al
presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
La vicepresidenta pronunció el nombre del extesorero varias veces, ya
en sí una novedad, y contestó a las preguntas con una idea de fondo: “El Gobierno es estable” y “está trabajando, como demuestra este pedazo de reforma”,
llegó a decir en referencia a la eléctrica, presentada ayer, una medida
clave que ha supuesto una gran batalla interna en el Ejecutivo y unas
durísimas presiones de los lobbys y que ahora puede quedar opacada por
el escándalo. Sáenz de Santamaría se vio obligada así a defender y
garantizar la estabilidad del Gobierno,
el gran valor del que siempre presume Rajoy en Europa gracias a su
mayoría absoluta, y a tratar de despejar las dudas sobre el futuro del
presidente que recorren no solo los análisis políticos españoles sino
también internacionales. Ella lo dejó muy claro. Con otras palabras, el
mensaje político era evidente: Rajoy no va a caer y va a seguir como si
nada.
Sáenz de Santamaría siguió, con mucha menos dureza, la estela marcada
el día anterior por el portavoz parlamentario y de su plena confianza, Alfonso Alonso, con un claro reparto de papeles. El PP ha decidido salir al ataque y dejar de fingir que Bárcenas no existe. Alonso hizo de duro, con golpes a todos los grupos,
y la vicepresidenta ejerció de gran defensora de Rajoy. Aunque para
proteger al presidente llegó a decir una frase que de tan evidente es
muy signifitiva del momento especialmente delicado que vive el
Ejecutivo: “Por supuesto que el presidente tiene el apoyo y la confianza
de todo su equipo”. Santamaría también defendió su honradez, como ya
hizo en febrero. La reacción parece calcada a la de entonces, algo
buscado por el PP para insistir en que estos papeles son los mismos que
los publicados por EL PAÍS el 31 de enero,
y que no hay novedad. “Los que llevamos muchos años con él sabemos de
su honestidad y la rectitud con la que se ha comportado siempre al
servicio del interés general”.
Los suyos insisten en que ven a Rajoy muy tranquilo, incluso ayer en
el Consejo de Ministros. Sigue actuando como si nada. Aunque en su
entorno también admiten que, obviamente, está muy molesto por tener que
hacer frente de nuevo a un asunto que ya fue duro en febrero, y que
ahora vuelve como una especie de historia de nunca acabar. Lo que más
preocupa al presidente, señalan, es la imagen internacional y la
posiblidad de que los inversores, puedan pensar que el Gobierno español
no es estable. De ahí las palabras de la vicepresidenta.
Lo que nadie niega es la gran preocupación que hay en el Gobierno y
en el PP no tanto por la parte judicial, ya que están convencidos de que
la causa avanzará contra Bárcenas pero no contra Rajoy porque lo que
pone en esos papeles, que ellos niegan tajantemente, no es delito y en
cualquier caso está prescrito.
La inquietud por la declaración de Bárcenas el lunes ante el juez
Pablo Ruz llega más por la parte política, por la posibilidad de que sus
palabras y sus revelaciones con goteo de documentos alarguen la
polémica y arruinen por completo la agenda del Gobierno en un momento
clave, cuando confiaba en empezar a salir del agujero con los primeros
tímidos buenos datos económicos y una buena temporada turística. Por eso
la vicepresidenta insistió en trasladar normalidad: “Este Gobierno goza
de amplia estabilidad e iniciativa política. Hoy presentamos una
reforma que nadie se ha atrevido a hacer”.
¿Y si está tan fuerte, por qué no acude el presidente del Gobierno a
explicarse al Congreso? Se le preguntó de diversas maneras. “Porque ya
lo hizo”, aseguró. Dijo que tanto Rajoy como el PP “desde el mes de
enero han venido dando explicaciones sobre estos hechos que se vienen a
reproducir en los mismos términos que entonces. Rajoy es el único
dirigente que ha hecho públicas sus declaraciones de la renta”. Llegó a
sostener que en el Congreso ya ha contestado muchas veces, aunque el
presidente ni siquiera ha llegado a pronunciar jamás el nombre de su
extesorero.
Le preguntaron si teme lo que pueda declarar. Y contestó seca: “La
declaración del señor Bárcenas en el juzgado lo que demuestra es que el
Estado de derecho funciona”. Lo único que evitó es llamarle
“delincuente”, como había hecho Alonso. “¿Si es un delincuente no
deberían pedir perdón por tenerle manejando durante 20 años el dinero
del PP?”, le preguntaron. Y ahí volvió a la coletilla: “Tenemos que
respetar lo que digan los tribunales”.
En cualquier caso el ambiente político está cada vez más enrarecido.
Al PP le llegó la posibilidad de que el PSOE llegara a presentar una
moción de censura, aunque parece poco probable. La vicepresidenta
contestó con displicencia — “cada uno decide a qué se dedica en este
momento que se vive en España”— pero Alonso, siempre con ese reparto de
papeles, casi retó al PSOE a hacerlo, al decir que este partido no tiene
ni líder, ni proyecto alternativo, ni los votos que se necesitan para
que triunfe una iniciativa así. El PP lo fía todo a su mayoría absoluta,
pero la preocupación por la situación política, lejos de desaparecer,
va en aumento.
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