El toro Ratón era una máquina de hacer billetes de todos los colores
por ser uno de los atractivos más cotizados de algunas de las fiestas
populares de la Comunidad. Tenía un libro y hasta un videojuego del que era protagonista. Eso en la parte lúdica. En sus ratos libres, además, hacía de toro: mugía, corría, embestía y hasta revolcaba por el suelo a cualquier 'josetomás' con deportivas que no fuera más rápido que el astado para evitar la trayectoria terminante de sus pitones.
En su reaparición en el verano de 2011, no sin ruido de fondo,
en Sueca, se recibió al calcetero en 'su' casa con las bandas sonoras
de 'Superman', 'La muerte tenía un precio...'. Era un recibimiento de
despedida, se suponía. Pero volvió a la arena en la última Feria de Fallas, su último 'bolo'.
En Sueca, unas 2.800 personas acudieron al acontecimiento.
Y al personal se le quedó cara de haber sido pillado metiéndose mano a
oscuras. De repente, tic, la luz. Ui. El toro Ratón se paseó por la
arena luciendo tipín, la mayor parte del tiempo contemplativo como los
toros de Guisando; no apuró en las arrancadas más de lo que los
recortadores estuvieron dispuestos a hacer.
Justo en esa sensación de festival a medio hacer, superada la
impaciencia por la epifanía, se desvaneció la estadística idealizada que
el aforo, a regañadientes, ya tenía aceptada y que si por ella sola
fuera no tendría el mismo poder de convocatoria. Esto es: que sacar a
Ratón no era, precisamente, sinónimo de accidente y minutos en la tele.
Aunque el saldo de heridos no superaba la decena y provocó dos muertes por imprudencia en más de cinco añosde
encierros, el toro se hizo estrella y en agosto el fenómeno alcanzó
rango de pitón -que no dejaba de ser serpiente- de verano.
A sus 14 años, unos 80 humanos al cambio, "solo estaba para exhibirlo. Tenía aún 7 u 8 compromisos pendientes.
Pero se ha muerto, ¿qué le vamos a hacer?", explica a ELMUNDO.es
Gregorio de Jesús, fundador y padre del actual gerente de la ganadería
de la divisa azul y blanca, la más antigua de Valencia (adquirida en
1972), que llegó a recibir la visita de decenas de curiosos llegados de
toda la provincia para conocer al lucero más mediático.
Al segundo enganchón con resultado de muerte,
el toro de la ganadería de Gregorio de Jesús se convirtió en una
celebridad. Su nombre anunciado en un cartelón era sinónimo de sangre
hecha barro. "A veces tienes que dejar el trabajo para atender a los
visitantes. Intentas ser amable con todo el mundo, pero...", comentaba
entonces a ELMUNDO.es uno de sus cuidadores. Fue entonces cuando del
animal se reprocharon las cogidas y se oían pitos cuando no hería a
nadie.
Durante el verano de 2011, se creó un debate sobre qué hacer con un
animal que abrió todos los telediarios por un nuevo incidente, en el que
un hombre bebido falleció como consecuencia de los traumatismos
provocados por las volteretas de Ratón. Entre las medidas, sacrificarlo,
vetar su presencia en las fiestas o seguir aprovechando su tirón:
exhibirlo como a King Kong en Manhattan, en el centro de la plaza sobre
una plataforma.
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