Truthout
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
En todo EE.UU.,
organizaciones como la mía están empeñadas en una carrera contra el
reloj en el intento de asegurar que comunidades minoritarias
tradicionalmente marginadas estén registradas para votar y tengan
igualdad de acceso a las urnas. Con presupuestos precarios, y basándose
sobre todo en voluntarios, enfrentamos obstáculos que pueden llegar a
ser aún más formidables si los tribunales confirman leyes estatales de
identidad de los votantes. A pesar de nuestros mejores esfuerzos,
demasiados ciudadanos estadounidenses (millones según algunos cálculos)
podrían ser excluidos –mediante injustos requerimientos de
identificación, intimidación de los votantes, y otras trampas como el
cambio a última hora de la ubicación de los centros de votación– de la
votación del 6 de noviembre.
En Venezuela, el Consejo
Nacional Electoral (CNE) ha estado involucrado en una campaña similar a
la nuestra, aunque con recursos humanos, financieros y técnicos muy
superiores. No importa qué se piense del presidente venezolano Hugo
Chávez y de sus políticas, podemos aprender de los logros del CNE, una
rama independiente del gobierno venezolano que fue establecida en 1999.
Desde
su creación, el CNE ha registrado masivamente nuevos votantes y creado
miles de nuevos centros electorales. Como resultado, la participación
electoral en Venezuela ha aumentado consistentemente y es ahora una de
las mejores en el mundo. Setenta y cinco por ciento de los votantes
votaron en las elecciones presidenciales en 2006, y un 81% de los
votantes participaron en las elecciones del 7 de octubre. Fue más gente
que la que haya votado en una elección en la historia de Venezuela, y
fue elogiado como un triunfo de la democracia por todas las partes: la
oposición, el gobierno, el CNE, y gobiernos y organismos extranjeros.
El
CNE también ha logrado mucho éxito en el registro de jóvenes y miembros
de las tradicionalmente privadas de derechos comunidades
africano-descendientes e indígenas en regiones remotas y necesitadas del
país. Además, Venezuela aprobó una ley de amnistía en 2004 para
naturalizar a su población inmigrante indocumentada (sobre todo
colombianos y ecuatorianos – ¡un 10% de la población!). Como resultado,
más de un 96% de los ciudadanos elegibles del país están ahora
registrados para votar, en comparación con solo un 65% en EE.UU.
En
Venezuela, las elecciones –como en muchos otros países
latinoamericanos– tienen lugar los domingos a fin de posibilitar mayor
participación.
En contraste, la legislatura estatal de
Florida acaba de prohibir la votación temprana el domingo antes del día
de elecciones, una práctica que había llevado a que una cantidad
significativa de votantes de las minorías se dirigieran a votar en la
elección de noviembre de 2008.
Tal vez lo más importante
sea que el CNE ha establecido un sistema electrónico de votación
transparente y sofisticado al que el ex presidente Jimmy Carter se
refirió recientemente como “el mejor del mundo”.
Máquinas
electrónicas de votación con pantalla táctil producen recibos en papel
que confirman la selección del votante. Estos recibos son luego
colocados en urnas electorales selladas que posteriormente pueden ser
contadas a fin de verificar que los resultados electrónicos son exactos.
Al terminar el día de la elección, miembros de la oposición y de los
partidos pro gubernamentales realizan auditorías ocasionales de más de
un 50% de las cajas que contienen recibos de papel, una muestra
estadística mucho mayor de la requerida para eliminar la posibilidad de
fraude. No es sorprendente que incluso votantes opositores hayan tenido
pocas quejas sobre el proceso electoral – fuera de las largas filas,
debidas a la masiva participación.
Al contrario, muchos
sistemas de votación en EE.UU. son difíciles de auditar, y en la
elección presidencial del año 2000 los resultados fueron tan disputados
que tuvieron que ser decididos por la Corte Suprema de EE.UU.
Tuve
el privilegio de monitorear varias elecciones en Venezuela durante los
últimos años. Aunque hay mucha polarización política en el país, las
elecciones son bien organizadas, con una participación masiva y son
consideradas un asunto de orgullo nacional por la ciudadanía no importa
cuál sea su inclinación política.
Puede que EE.UU. sea una
nación económica y tecnológicamente avanzada, pero en el área de las
elecciones, podríamos aprender una o dos cosas de Venezuela. Es
inaceptable que el gran experimento estadounidense en democracia siga
haciendo que sea difícil que tantos ciudadanos pobres y miembros de una
minoría ejerzan su derecho político más elemental. Es hora de que
nuestra nación trabaje en conjunto para asegurar que en cada Estado y en
cada condado, todos los ciudadanos en edad de votar, elegibles, puedan
registrarse y votar en una atmósfera libre de intimidación y de
prácticas electorales incorrectas.
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