El ejercicio de inmersión forzada que obliga a
practicar a los voluntarios el Ejército, se continúa aplicando en
Toledo. El 2 de septiembre de 2009, el alférez Carlos Olivera, falleció por “asfixia por inmersión”
en uno de los entrenamientos donde debía aguantar bajo el agua el mayor
tiempo posible con una carga de 39 quilos. Sumergidos deben armar y
desarmar una ametralladora.
El martes pasado el juez penal de Pando, procesó a un capitán y dos tenientes por el homicidio culposo de Olivera. Como pena tendrán tres meses de arresto domiciliario.
Militares y legisladores
“El curso comando se sigue haciendo como se viene haciendo hace
muchísimos años”, dijo el vocero del ejército, coronel Mario Stevenazzi,
aunque reconoció que después del alférez muerto, “las medidas de
seguridad se reforzaron”.
La prueba en la que murió Olivera, deja a los soldados, “vomitando sangre, desvanecidos, casi desmayados”, según declararon a la justicia testigos comparecientes.
El legislador, que también fuera subsecretario de Defensa, Luis Rosadilla, dijo que el método “es muy similar a un submarino”,
como el que le hicieron en la dictadura. El también diputado del MPP,
habia denunciando que estos “excesivos” métodos dañan la siquis de los
soldados.
El subsecretario de Defensa Nacional, Jorge Menéndez, señalo que el
“deseo es que la instrucción tenga relación con la conservación de los
derechos humanos”.
La versión oficial de los militares es que “el curso se tiene que seguir haciendo”.
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