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martes, 24 de enero de 2012

No es el gordi de Megaupload: son las telecos

1. Las pataletas en la Red estos días son, cómo decirlo, ¡tan tiernas! Había quien pensaba que la cultura iba a ser gratis toda la vida. Ya, y luego la cerveza, la gasolina, la ropa y el sexo. Es cuestión de ponerlo en la Constitución y hala, en cuanto consigamos que una barra de pan quepa por un cable de fibra óptica, el tema del hambre arreglao. Los Reyes no son los padres: es internet.

2. Pero no. A todos nos gusta soñar, pero nada es gratis en esta vida. Y menos cuando estamos pisando derechos, existentes y muy reales, de otros. Y menos aún cuando alguno está no solo disfrutando de ello gratis, sino haciendo un enorme negocio.

3. Porque no nos engañemos: quien más negocio hace con la piratería no es el gordo de Megaupload (a quien por otro lado le vendrá de perlas un ratito adelgazador en el trullo), sino las Telefónicas de turno, cuyas brutales ganancias y cuya penetración en Internet dependen sobre todo de la demanda de cine y música (pirateados). Ellos se llevan la pasta, no el dramático Gordi.

4. Al final asistimos simplemente a una colisión de dos negocios: el tecnológico y el cultural. Alguien (quizás la ciega mano del dios Mercado, quizás la ceguera de los poderes públicos) ha decidido que el segundo debía pagar el éxito del primero (no pocas veces se ha intentado en España que las telecos compensen al negocio cultural, sin éxito: Cultura es una maría en el Consejo de Ministros y en las redacciones de los periódicos). Bien, pero en algún momento tenía que llegar Paco con las rebajas. Paco está empezando a llegar.

5. De hecho, la comunicación x internet -las redes sociales, la construcción de yos virtuales, la tuitología y demás parafernalia- ha relegado en el tiempo de ocio a la cultura entre la chavalada. Es decir, no sólo ha habido un sorpasso formal, sino también de contenido. Tal ha sido el adelgazamiento inversor del negocio cultural en tiempos en que, además, al pueblo llano le llega más cultura que nunca (le llega pero, ¿se disfruta? En realidad, hace muchos años que los productos culturales no tenían un papel tan socialmente periférico).

6. Pero no nos desviemos: Internet sigue siendo, con FBI o sin él, una tierra de nadie, un lejano Oeste sin Leviatán regulador. Y es gracioso cómo quienes invocan esa ausencia de ley como anhelada libertad reivindican, en cambio, la tolerancia de los jueces con las páginas de enlaces. Cuando a) los enlaces forman parte del mecanismo que permite la copia no sólo privada, sino universalmente en serie, y b) es ridículo amparar las páginas de enlaces en la libertad de expresión.

7. Ah, llénesenos la boca: ¡la libertad de expresión! Sí, internet eleva a ene sus posibilidades, pero, ¿es que la libertad de expresión no tuvo siempre como límite los derechos de los demás (por ejemplo el honor, la intimidad y la propia imagen)? Aquí llegamos a otro de los dogmas de los anarcointernautas, un dogma entonado con mesianismo infantil: todo ha cambiado, internet lo cambia todo y es incontrolable...

8. ...Y entonces llegó el FBI y, trucu, le pegó un corte de cuajo al 4% del tráfico mundial, Que nadie dude que, hasta que la máquina se mueva de nuevo, el Rapidshare de turno ocupará ese espacio (de hecho, Megaupload ya iba un tanto a la baja porque estaba recompensando menos a sus uploaders). Pero que nadie dude tampoco que los yanquis inventaron la Red para que resistiera una guerra nuclear, y los yanquis sabrán cómo peinarla si se les pone en la punta, se pongan como se pongan los todólogos internáuticos (otra burbuja, por cierto).

9. Así que, conclusión 1, mejor empezamos a ser realistas y a pedir, sin demagogias utópicas, lo posible: precios justos que estemos dispuestos a pagar por productos culturales dignos. No 3.000 pelas por una canción buena y 11 de relleno. No 19 euros por un libro para el Kindle que cuesta 20 en su versión física. Libertad de expresión responsable. Tenemos una herramienta cojonuda para hacerlo. No la usemos como críos que encuentran una varita mágica, y sí como adultos que saben que las cosas no crecen en los árboles.

10. Eso, y conclusión 2: identifiquemos al enemigo. A quien se hace de oro con los megauploads de turno y con las conexiones a internet, con márgenes mucho más sangrantes que los que tenía la industria del CD. A quien cobra por los sms cuando su transmisión no genera, en realidad, gasto alguno. A los que nos hacen pagar el ADSL más caro del mundo. A quien no es tan sencillo tocar desde los medios porque es de los pocos anunciantes que quedan en este desierto publicitario...

Dicho lo cual, me dejo convencer de todo lo contrario si se me argumenta.

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