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lunes, 20 de junio de 2011

¿Estallará Irán?


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


A primera vista, la reciente turbulencia en Teherán parece como si la elite clerical dirigida por el Supremo Líder Ali Jamenei, estuviera bajándole los humos a un presidente que muestra independencia intelectual, Mahmud Ahmadineyad, aunque la batalla se expresa en un lenguaje que hace más por oscurecer que revelar: se asigna igual importancia a acusaciones de “brujería” y “hechicería” que a las denuncias de corrupción y violaciones de la constitución. Pero aunque a veces el lenguaje pueda parecer extraño, los protagonistas y las apuestas no son precisamente abstrusos.

Existe, por cierto, una lucha entre Ahmadineyad y los clérigos en torno de Jamenei, y aunque pueda materializarse en discusiones sobre oscuros temas religiosos –un crítico del presidente lo acusó de reclutar un ejército de genios– la lucha es esencialmente por el poder político y económico, ¿quién lo detiene y con qué intención? Algunos de los protagonistas, como el presidente y el Supremo Líder, la realizan a la luz pública. Otros, como la poderosa Guardia Revolucionaria y una población cada vez más inquieta golpeada por dificultades económicas, maniobran entre bastidores.

La crisis actual comenzó cuando Ahmadineyad despidió a su ministro de Inteligencia, al parecer porque este último estaba interviniendo las líneas telefónicas de su jefe de gabinete y reuniendo información sobre los planes del presidente para la próxima vuelta de las elecciones parlamentarias de 2012 y la elección presidencial de 2013. Jamenei obligó a Ahmadineyad a reponer al ministro, lo que llevó a que el presidente boicoteara las reuniones de gabinete durante 11 días, en lo que los iraníes llaman la “larga rabieta”.

Lo que siguió fue una serie de maniobras de ambas partes. El presidente reorganizó su gabinete, eliminando varios ministerios, despidió al ministro de petróleo y se hizo cargo de la cartera personalmente. El Majlis, o parlamento, afirma que el acto fue ilegal y, por un voto abrumador, envió el asunto al aparato judicial iraní. Nadie habla todavía de recusación, pero hay indicios al respecto.

Existe, por cierto, un conflicto entre Jamenei, los clérigos y Ahmadineyad. Sin mencionar al Supremo Líder, el presidente dijo en una rueda de prensa en Teherán el 7 de junio: “Está muy claro ahora que estamos a 180 grados de ellos. En realidad estamos a lados opuestos.” En un sistema político dominado por los ayatolás, fue una declaración atrevida y refleja la opinión de Ahmadineyad de que los clérigos ya no son todopoderosos y que el Supremo Líder –avejentado y mal de salud según la mayoría de las fuentes– tiene menos autoridad que el difunto Gran Ayatolá Ruhollah Jomeini, el primer líder de la República Islámica.

El confidente y asesor presidencial, Esfandiar Rahim Mashaei, actualmente bajo ataque y acusado de “desviación”, señaló una vez: “la era de la soberanía de la religión ha pasado”, y que “un gobierno islámico no es capaz de dirigir un país vasto y populoso como Irán”. Mashaei, antiguo oficial de inteligencia en la Guardia Revolucionaria, tiene una fuerte tendencia nacionalista –“Irán primero” en lugar de “Islam primero”– y se dice que Ahmadineyad está maniobrando para pasarle la presidencia a él o a otro no clérigo en 2013, marginando así al establishment religioso.

Los clérigos también sospechan que la predicción del presidente de que pronto aparecería “el Imán oculto”, quien desapareció en el siglo IX, fue en realidad un esfuerzo por soslayarlos y transferir el poder a la camarilla de veteranos ultranacionalistas de Ahmadineyad de la guerra de 1980-1988 contra Iraq.

Ciertamente, remover a un mullah del control del Ministerio del Petróleo habría sido una bofetada pública a un clérigo en una época de tensión sin precedentes entre el presidente y el establishment clerical. Aunque finalmente Ahmadineyad fue obligado a devolver el ministerio, terminó por nombrar a un aliado, Mohammad Aliabadi, ex jefe del Comité Olímpico de Irán.

Hasta ahora, la Guardia Revolucionaria ha estado de parte de Jamenei e incluso hizo una advertencia velada al presidente de que la Guardia consideraría la publicación de antecedentes de la disputada elección de 2009 en la que Ahmadineyad fue reelegido. Sin embargo, la Guardia se muestra discreta sobre cómo interviene, prefiriendo reunir más poder económico.

La Guardia adquirió recientemente el control de dos grandes campos de gas natural en la Provincia Fars, y su firma de ingeniería y construcción, Khatam-ol-Anbia, se ha convertido en el mayor contratista de los proyectos gubernamentales. La Guardia también tiene importantes intereses en la minería, las telecomunicaciones, la construcción de presas y el comercio. Las sanciones impuestas a Irán por su programa nuclear impiden que compañías extranjeras inviertan, permitiendo así que la Guardia se expanda en el campo energético. Irán tiene reservas de petróleo de 150.000 millones de barriles, las terceras del mundo por su tamaño y de 948 billones (millones de millones) de pies cúbicos de gas, segundo, solo en comparación con Rusia.

Según la oposición Verde, la Guardia también contrabandea bienes hacia dentro y hacia fuera de Irán por una suma de 12.000 millones de dólares al año.

Aunque la Guardia respalda actualmente a Jamenei, según el sindicalista Homayoun Poorzad, “la Guardia es una fuente independiente y no está en los bolsillos de los clérigos. Ellos [la Guardia] querrían ver un enfrentamiento entre Ahmadineyad y Jamenei” mientras ellos aumentan su poder.

Las sanciones se han hecho sentir, pero la principal causa de turbulencia económica son las políticas del gobierno de Ahmadineyad, que ha recortado sistemáticamente hasta 100.000 millones de dólares en subsidios para todo, desde la gasolina, los alimentos, el agua, hasta la educación y la electricidad. Para muchos iraníes la mitad de su salario se va en el pago de cuentas de servicios básicos y gasolina.

En combinación con la imposición de la austeridad ha habido la brutal represión del movimiento sindical y el paso de una fuerza laboral estable a la mano de obra temporaria de contratistas. El porcentaje de trabajadores que gozan de prestaciones ha bajado de un 70% de la fuerza laboral a un 30% en los últimos 15 años. La ley prevé prestaciones por desempleo, pero solo para empleados permanentes.

Aunque la represión es un motivo importante para la ausencia generalizada de huelgas, la tasa de desempleo de un 14,5% también juega un papel. “La tasa de desempleo facilita que se rompan las huelgas”, dice Poorzad, y agrega: “El año pasado fue el peor año para la clase trabajadora desde la Segunda Guerra Mundial”.

La falta de una reacción generalizada y organizada se debe en parte a la represión gubernamental, incluidos los despidos, arrestos, torturas y la ejecución ocasional de dirigentes. Pero también confirma la capacidad de Ahmadineyad de canalizar dinero hacia los pobres. “Es casi un genio”, dice Poorzad, “y siempre trata de reforzar su base social y debilitar a sus rivales”. El sindicalista dice que el recorte de los subsidios significa que “ahora el presidente tiene decenas de miles de millones de dólares” para distribuir. No está claro hasta cuándo podrá seguir haciendo.

Mientras gran parte de los medios de EE.UU. han comenzado a descontar a Ahmadineyad, “no lo veo al borde del abismo”, dice Jamie Webster, consultor de PFC Energy.

Pero la situación económica es inherentemente inestable. Hasta ahora el gobierno ha logrado controlar el malestar mediante pagos en efectivo y obligando a la clase comerciante –que en gran parte apoya a la oposición Verde– a mantener artificialmente bajos los precios. Esto obliga a muchos comerciantes a trabajar con pérdidas. “En última instancia tendrán que permitir que los precios floten”, dice Poorzad, “y cuando suceda la inflación aumentará considerablemente”.

Los “Verdes” se opusieron a Ahmadineyad en las elecciones de 2009 y movilizaron a cientos de miles de personas para protestar contra lo que acusaron de ser un fraude generalizado en el resultado.

¿Cuánto estallará la situación?

Según Poorzad, el movimiento sindical solo trata de mantener la cabeza fuera del agua. “Los sindicatos enfrentan la peor represión en muchos años”, dice, “solo tratamos de mantenernos fuera de la prisión. Es muy peligroso.”

Hasta ahora, el gobierno ha logrado introducir una cuña entre la clase más acaudalada y la oposición Verde de la clase media, y los pobres urbanos y rurales. Pero si la economía empeora y los niveles de vida siguen cayendo, esa cuña puede ceder, como lo hizo en 2009 cuando la clase trabajadora urbana hizo causa común con la clase media de Teherán. En última instancia, dice Poorzad, “no será posible controlar los acontecimientos”.

Es importante recordar que Irán es el único país en Medio Oriente que cambió su clase gobernante mediante manifestaciones masivas. Podrá resultar que Egipto y Túnez hagan lo mismo, pero hasta ahora ambos países solo han depuesto a sus gobernantes.

El gobierno de Irán tiene inmensos poderes represivos a su alcance, desde la millonaria milicia Basij a la poderosa Guardia Revolucionaria y la policía secreta. Pero no se puede decir que sus centros de poder estén unidos, y existe una gran población que recuerda lo que logró en 1979 al salir a las calles.

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