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jueves, 21 de abril de 2011

Vínculo entre las compañías petroleras y la invasión de Iraq

The Independent/Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


Los planes para explotar las reservas petrolíferas de Iraq fueron discutidos por ministros del gobierno y las mayores compañías petroleras del mundo el año antes de que Gran Bretaña tomara un rol dirigente en la invasión de Iraq, según muestran unos documentos gubernamentales.

Los papeles, revelados aquí por primera vez, plantean nuevas preguntas sobre la participación de Gran Bretaña en la guerra, la cual dividió al gabinete de Tony Blair y sólo se aprobó después de sus afirmaciones de que Sadam Hussein poseía armas de destrucción masiva.

Negaron que tuviera que ver con los recursos de Iraq. Pero nunca pareció verosímil.

Las actas de una serie de reuniones entre ministros y altos ejecutivos petroleros están en conflicto con los desmentidos públicos de interés propio de las compañías petroleras y de los gobiernos occidentales en esa época.

Los documentos no se presentaron como evidencia en la actual Investigación Chilcot de la participación del Reino Unido en la guerra de Iraq. En marzo de 2003, justo antes de que Gran Bretaña entrara en la guerra, Shell condenó las informaciones de que habían mantenido conversaciones con Downing Street [sede del primer ministro, N. del T.] sobre el petróleo iraquí como “altamente inexactas”. BP desmintió que tuviera algún “interés estratégico” en Iraq, mientras Tony Blair describió la teoría de la conspiración petrolera” como “lo más absurdo”.

Pero los documentos de octubre y noviembre del año anterior presentan un cuadro muy diferente.

Cinco meses antes de la invasión de marzo de 2003 la baronesa Symons, entonces ministra de comercio, dijo a BP que el gobierno creía que las firmas energéticas británicas deberían recibir una parte de las enormes reservas iraquíes de petróleo y gas como recompensa por el compromiso militar de Tony Blair con los planes de EE.UU. para cambiar el régimen.

Los papeles muestran que Lady Symons aceptó cabildear con el gobierno de Bush por cuenta de BP porque el gigante del petróleo temía que le estuvieran “excluyendo” de los acuerdos que Washington estaba haciendo con los gobiernos de EE.UU., Francia y Rusia y sus firmas energéticas.

Las actas de una reunión con BP, Shell y BG (antes British Gas) del 31 de octubre de 2002 dicen: “La baronesa Symons estuvo de acuerdo en que sería difícil justificar que compañías británicas salieran perdiendo en Iraq de esa manera si el propio Reino Unido ha sido un conspicuo partidario del gobierno de EE.UU. en toda la crisis”.

La ministra luego prometió “volver a informar a las compañías antes de Navidad” sobre el resultado de sus cabildeos.

El Foreign Office [Ministerio de Exteriores] invitó a BP el 6 de noviembre de 2002 a conversar sobre las oportunidades en Iraq “después del cambio de régimen”. Sus actas indican que “Iraq es el gran potencial petrolífero. BP está desesperado por penetrar allí y preocupado de que los acuerdos políticos pudieran dejar de darle esa oportunidad.”

Después de otra reunión, ésta de octubre de 2002, el director para Medio Oriente del Foreign Office de la época, Edward Chaplin, señaló que: “Shell y NP no podrían permitirse el hecho de no tener una participación en [Iraq] por el bien de su futuro a largo plazo… Estamos determinados a obtener una parte justa de la acción para las compañías del Reino Unido en el Iraq post Sadam.”

Mientras BP insistía en público en que no tenía “ningún interés estratégico” en Iraq, en privado dijo al Foreign Office que Iraq era “más importante que cualquier otra cosa que hayamos visto durante mucho tiempo”.

BP estaba preocupado de que si Washington permitía que el contrato existente de TotalFinaElf con Sadam Hussein siguiera siendo válido después de la invasión, convertiría al conglomerado francés en la principal compañía petrolera del mundo. BP dijo al gobierno que estaba dispuesto a asumir “grandes riesgos” para obtener una parte de las reservas iraquíes, las mayores del mundo.

Según Libertad de Información el activista del petróleo Greg Muttitt consiguió durante 5 años más de 1.000 documentos que revelan que por lo menos hubo cinco reuniones entre funcionarios públicos, ministros y BP y Shell a finales de 2002.

Los contratos por 20 años firmados después de la invasión fueron los mayores en la historia de la industria petrolera. Cubrían la mitad de las reservas de Iraq –60.000 millones de barriles de petróleo-, comprados por compañías como BP y CNPC (China National Petroleum Company), cuyo consorcio conjunto podrá obtener 658 millones de dólares anuales en ganancias sólo del yacimiento Rumailia, en el sur de Iraq.

La semana pasada, Iraq aumentó su producción de petróleo al mayor nivel en casi una década, 2,7 millones de barriles diarios, lo que ahora se ve como especialmente importante en vista de la volatilidad regional y de la pérdida de producción en Libia. Muchos oponentes a la guerra sospecharon que una de las principales ambiciones de Washington al invadir Iraq era asegurarse una fuente barata y abundante de petróleo.

El señor Muttitt, cuyo libro Fuel on Fire se publicará la próxima semana, dijo: “Antes de la guerra, el gobierno hacía lo posible por insistir en que no tenía interés en el petróleo de Iraq. Estos documentos suministran la evidencia que desmiente esas afirmaciones.”

“Vemos que ese petróleo fue el factor principal en las consideraciones estratégicas más importantes del gobierno, y que éste se coludió en secreto con compañías petroleras para darles acceso a ese inmenso premio.”

Lady Symons, de 59 años, obtuvo más tarde un puesto de asesora en un banco mercantil del Reino Unido que consiguió beneficios con contratos de reconstrucción de Iraq después de la guerra. El mes pasado rompió sus vínculos como asesora no remunerada con el Consejo de Desarrollo Nacional de Libia después que el coronel Gadafi comenzó a disparar contra los manifestantes. Anoche, BP y Shell se negaron a comentar.

¿Nada que ver con petróleo?, lo que dijeron antes de la invasión

  • Memorando del Foreign Office, 13 de noviembre de 2002, después de la reunión con BP: “Iraq es la gran perspectiva petrolífera. BP está desesperado por penetrar allí y preocupado de que los acuerdos políticos no le nieguen la oportunidad de competir. El potencial a largo plazo es enorme…”
  • Tony Blair, 6 de febrero de 2003: “Quisiera hablar del asunto del petróleo porque… la teoría de la conspiración del petróleo es sinceramente una de las más absurdas si es analizada. El hecho es que, si el petróleo que tiene Iraq fuera nuestra preocupación, quiero decir que podríamos probablemente llegar mañana a un acuerdo con Sadam con respecto al petróleo. No se trata de petróleo, son las armas…”
  • 12 de marzo de 2003: “No tenemos ningún interés estratégico en Iraq. Quienquiera llegue al poder querrá participación occidental después de la guerra, si hay una guerra, todo lo que hemos dicho es que debería ser un terreno de juego igual para todos. Ciertamente no presionamos por participación.”
  • Lord Browne, entonces director ejecutivo de BP, 12 de marzo de 2003: “No se trata, a juicio mío y de BP, de una guerra por el petróleo. Iraq es un productor importante, pero debe decidir qué hacer con su patrimonio y su petróleo.
  • Shell: 12 de marzo de 2003, dijo que la información de que había discutido oportunidades sobre el petróleo con Downing Street eran ‘extremadamente inexactas’, y agregó: “Nunca hemos solicitado ni asistido a reuniones con funcionarios del gobierno del Reino Unido sobre el tema de Iraq. El tema sólo ha aparecido durante conversaciones en reuniones normales a las que hemos asistido de tiempo en tiempo con funcionarios… Nunca hemos pedido ‘contratos’.

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